siempre
supe que te encontraría
en alguna vieja calle de Lima.
Desde entonces
preparo cuidadosamente nuestro encuentro.
María
Emilia Cornejo
Para
Dahil Melgar
Vamos, démonos el tiempo para celebrar
la niebla que se reúne en torno a los faroles silenciosos.
Para distender el manto de la hora, en vano
queremos penetrar la materia hermética del pensamiento,
y de nada ha de servirnos descifrar su paso.
Mira: recluido dentro de sí mismo, el parque se
contiene.
Con el vaivén de sus maneras, las parejas
tensan la curva de sus márgenes. Acaso no sea
también su borde como el nuestro sino objeto
de una casualidad mudable. Démonos el tiempo
de conmemorar las curvas de su margen.
La marea amasa el borde de la Costa Verde. ¿Quién
ha signado sus aristas? ¿Quién delineado los sus cantos?
Mira cómo va creciendo el parque dentro de sus ramas,
como el cuerpo vivo por entre las venas,
y sus jardineras se dilatan. Esta orilla,
finamente recortada por una mano hábil, quizá imite
los pasos de dos sombras en la noche.
El parque se hiere de susurros. Yo te sigo entre sus
andadores
como el vaivén de las luces en el malecón
al mecedor de la marea. Vamos,
démonos el tiempo de velar
la delicada confección de este minuto:
la niebla se reúne alrededor de tu silencio
y arrastra entre las calles el olor del mar.
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