viernes, 8 de octubre de 2021

ISMAEL RAMOS

 


 

Eos

 

 

A las nueve de la mañana entra mi madre en un bar al lado de la carretera, cojeando, detrás mi hermana. Desayunan en silencio. Puede que haya en la barra alguien que toma café y llega tarde a abrir su negocio. Probablemente hombres que hayan dormido unas pocas horas nada más. De vez en cuando se miran y hacen algún comentario la una de la otra. Mamá lee el periódico y mi hermana saca fotos de todo con el móvil.

Desayunan sentadas en una mesa del fondo. Los dueños del bar las conocen aunque no sepan cómo se llaman. La mujer detrás de la barra sonríe y mi madre le devuelve la sonrisa.

Después, mi hermana dos horas de inglés, ortografía y matemáticas. Así cuatro días a la semana. Mi madre pasea por detrás de los edificios, dos horas, cuatro días a la semana. A veces se cansa y arrastra el pie derecho.

A la salida vuelven por el bar o se sientan contra alguna pared cerca de la carretera. Mi padre pasa a recogerlas a la vuelta del trabajo.

Es duro, pero así debe ser.

 

 

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