lunes, 4 de octubre de 2021

KATHLEEN RAINE

 

 

 

El ciervo plateado

 

 

Mi ciervo plateado ha caído. En la hierba
bajo los abedules yace, mi rey de los bosques,
aquel al que seguí por el monte, allende los arroyos presurosos,
se ha ido bajo las hojas, sepultado en el pasado.

En el horizonte de la aurora se detuvo,
blanco de mis ojos ávidos; fulgor
ay, del sol, o de mi corazón encendido:
perfilado en el cielo, en el infinito encarnado.

¿Cuál, tan anhelante, era mi querencia hacia él,
qué deseada unión de sangre o conciencia
nos sostenía en pasión unísona, cazador y presa?
Desapareció, y yo por los frondosos bosques persiguiéndolo.

Mío es ahora, mi deseo, mi acecho, mi amado,
en calma yace, mientras toco el contorno de su testa imponente,
mío este horror, esta carroña del bosque
que ya se desvanece bajo tierra, hacia el aire, más allá del mundo.

Oh, quietud, la paz me rodea
al tiempo que el jardín vive, las plantas florecen,
titila la hierba grácil, arden los insectos,
y el arroyo, el arroyo plateado, fluye.

Por última vez tumbado sobre la hierba verde
en postrer gesto de amor propio, dulcemente se inclinó
para posar el delicado pie que está en mi mano,
vacía como la crisálida desechada de una polilla.

Mi brillante y aun así ciego deseo, tu final fue esta
muerte, y mi alado corazón asesino
es del mundo el corazón roto, enterrado en el suyo,
en cuya cornamenta comienza el crucifijo.

 

De: “Stone and Flower”

Versión de Adolfo Gómez Tomé

 

 

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