Quedarme afuera de mi propia casa justo cuando pensaba
construirla
Abren
cervezas con las cerraduras
de
la escuela y yo ni con llave muevo
este
cerrojo. Traigo las murallas blancuchas de mi pieza
nada
de fotos de mujeres que se despiden y desean suerte,
renunciando
a los triunfos conyugales.
Quedarme
afuera de mi propia casa
justo
cuando pensaba construirla,
cansado
y a las dos de la mañana
lo
intento y ya ninguna llave gira.
Ninguna
llave gira por el frío
que
generan los malos ratos: viajar solo y de noche
como
en Cacocum, Cuba; de donde me sacaron a piedrazos
cuando
salté la reja del que creí el motel y no lo era.
Igual
a un detenido: las manos detrás de la nuca,
pero
esa sombra forma un ojo. Hablando solo como niño pobre
y
decidido como las mujeres que publicitan universidades,
muñecas
cuya ropa perdió la hermana de ese niño:
juro
que ni embajada ni en su vida
volverá
a verme y menos sin frazadas, durmiendo a la intemperie.
Quedarme
afuera de mi propia casa y sin el dios a quien le recé al perderme
cuatro
horas en bosques del Llanquihue
otro
catorce de febrero.
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