miércoles, 10 de noviembre de 2021

CARLOS MARZAL

 

 

 

Los monstruos nunca mueren 

A Felipe Benítez Reyes



Los monstruos nunca mueren. 

Si crees que retroceden, si parece 
que han olvidado el rastro de tus días, 
tus lugares sagrados, tus rutinas, 
el bosque inabarcable de tus sueños; 
si sonríes porque ya no recuerdas 
la última noche en que te atormentaron, 
ten por seguro que darán contigo. 

Y entonces pisarán donde tú ya has pisado, 
incendiarán tu bosque, tendrás cita 
con ellos en su cama, jugarán con tus cartas, 
beberás de su copa 
y soñarán por ti castigos impensables. 

Los monstruos nunca mueren. 
Viajan dentro de ti, regresan siempre. 
Son los pasos que escuchas 
en el destartalado desván de la conciencia, 
el ruido del somier de dos que follan 
en el cuarto contiguo en que no hay nadie. 

Los monstruos son las sombras chinescas que proyecta 
un insomne demonio en la pared, 
o el salvaje aleteo de un pájaro invisible 
en un cofre cerrado; la llamada 
en mitad de la noche, sin respuesta, 
y es la respiración del monstruo 
la que está al otro lado, jadeando. 
Son el centro de un ojo 
que no puede dormir, 
porque no tiene párpado. 

Pasa el tiempo, se pierde, 
la memoria se pudre, 
desolladero abajo de nosotros. 
El amor se consume por obra de su fuego. 
Los secretos terminan traicionándose, 
cede la fiebre, el sol declina, 
se nos muere la dicha del que fuimos, 
el que somos se muere sin saberlo. 
Pero los monstruos no. 
Los monstruos nunca mueren. 

 

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