El piso sucio y la luz prendida
Ningún
servicio es tan básico, ni la luz ni el agua
y si
de noche la ciudad pestañea sus brillos
tanto
mejor se ve a oscuras. El ojo se acostumbra a todo.
El
viaje en bus durará algunos meses
se
habituará a dormir sentado, al pan con jamón y al café,
a
ser discreto como un lago
y no
como esta lluvia sobre el techo de cinc.
Un
poco de baba sobre la almohada
que
diga “aquí durmió”
repetirá
temas siempre variables
como
el clima y su opinión del país extranjero,
porque
usted está en contra de la belleza que se note
―que
parezca agarrable como un plato:
Andrés
lava su auto en un pasaje
de
Lima, Monterrey o de Santiago,
su
esposa es güera o rubia como un sable.―
El
bus, en cambio, es un país donde están de paso todos,
un
poco trasnochados y malolientes
donde
nadie hace el amor ni en los asientos ni en los baños.
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