Pequeño tratado sobre el conocimiento y el sueño
Tus
labios para besar y el abrazo que acompaña siempre
el descanso de tu cuerpo.
El descanso tras el descenso.
Debería de haber alguna forma de atrapar los instantes,
de hacer perdurar
el aroma de tu piel en mis poros, perder al fin toda posibilidad
de dialéctica y movimiento
y que el horizonte sea de pronto algo definitivo,
un pozo plácido y oscuro
varado entre tus piernas.
Así
casi valdría la pena no despertar jamás, pero
ambos sabemos que sería imposible
porque nuestra naturaleza es efímera
y, aún peor, indistinta, poco fiable.
Mentimos,
pues nuestra única y auténtica pasión
es el conocimiento.
Esa curiosidad, al principio compartida y amable,
pero que también, tarde o temprano,
nos llevará a otro cuerpo.
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