Inquietudes
sentimentales: VIII
No tienes, alma, jardín. He pasado pálida de sufrimiento por entre tus flores, y ellas no tuvieron para mí una lágrima.
Continuaron
erguidas, plenas de sol, flirteando con el aire; y las palmeras, en su actitud
hierática, siguieron batiéndose como brazos lánguidos en momentos de amor.
El
césped, donde rodaron mis desesperaciones, no perdió su calma de terciopelo.
No
tienes, alma, jardín. Me has visto desmayar de dolor y tus pájaros entonaron el
más alegre de sus gorjeos y unieron sus piquitos embriagados de pasión.
No
tienes, alma, jardín…
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