Albañiles
Vigoroso
hemisferio de luz en los andamios.
Torsos que se revelan sobre la piel del aire
en toda su potencia magnífica y creadora;
anónimos perfiles que amedallan la altura
avivando el incendio del sol en las ciudades
y enfrentando la sórdida presencia de la lluvia.
Con
despaciosos giros de péndulo oscilante
sus flexibles cinturas recortan el espacio
como si al gesto torvo del día le arrancaran
calladas y maduras jornadas de trabajo.
Cuando
bajan los soles a tatuarle los ojos
sus voces suman cantos al pentagrama rudo
del esfuerzo, que es música matinal y sonora,
como el repiqueteo de campanas festivas
arqueadas entre el puño de un dominio de sombras.
En
los pliegues sinuosos de los linos del alba
ellos son como abejas laboriosas y humildes
libando el polen fresco de las nubes rizadas.
Los
inviernos les curten la piel como a la tierra
el castigo filoso del atado y las lluvias;
en tanto que sus manos, arañas silenciosas,
empinan la alegría de los rojos ladrillos
y se abultan de duras prominencias callosas.
Vigoroso
hemisferio de luz en los andamios;
exaltación soberbia del esfuerzo fecundo
del músculo que pulsa las alturas desiertas
donde sólo pájaros desbarbando los vientos
logran mojar sus picos con humedad de estrellas.
¡Humedad que madruga en parvas de rocío
sobre el labio entreabierto de la flor, y la hierba!
Albañiles,
dedales de una labor anónima.
En
vuestras manos ásperas se construyen los negros
y altísimos custodios que enlutecen la tierra
con sus graves sentencias de agresivo entrecejo.
Ah,
y sobre los tablones que auscultan el espacio
vuestro ímpetu es diamante que resplandece al sol
tal la brasa encendida de la cresta de un gallo.
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