viernes, 8 de julio de 2022

AMY BLAKEMORE

 

  

La Virgen de Guadalupe

 


Desde el patio al parque,

arrancó indiscriminadamente,

 

su profundo cabello como una

bandera; goteando de católica,

 

violetas y dorados rosarios

en cada temblorosa coyuntura de su cuerpo;

 

listón de terciopelo y retazos de lúrex,

azules Marías y Teresas.

 

A través de la ciudad abrió una senda,

su boca se volvió una trampa de fuego;

 

olía a los hombres

de motocicletas y ephemeras vintage.

 

La llamaron Virgen de Guadalupe

por todas sus rosas clavadas, su lloroso mesías;

 

sin embargo, el nombre resultó irónico.

Oíste que fue madre

 

ruidosamente detrás

de la parada del autobús al anochecer.

 

Su cabello ardería en el verano

y los santuarios que mantuvo detrás de sus oídos se derretirían,

 

lloraría a través de la ciudad usando sólo calcetines

y no mucho más.

 

No pasará mucho, mira,

antes de que no vuelva llorar–

 

se convierte en leyenda

para las celebridades de alcantarilla

 

y quizá

limpia habitaciones de un hotel cualquiera.

 

Versión de Luis David Palacios

 

 

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