viernes, 8 de julio de 2022

GEORGE HERBERT

 

 

Vértigo

 

 

¡Oh, qué cosa es el hombre! ¡Qué distante del poder, del descanso y la paz establecida! Es por lo menos veinte hombres diferentes en una hora.

Es uno cuando cuenta al cielo entre sus tesoros; pero luego un pensamiento se insinúa, y lo llama cobarde, porque pierde el placer por temor al pecado.

Hoy luchará, irá a las guerras; luego comerá su pan en paz, y reposará tranquilamente. Hoy despreciará las ganancias; luego ahorrará todo el día.

O construirá una casa, que pronto ha de caer, como si soplara un torbellino y derrumbara el edificio; y en parte es verdad, porque así es su mente.

¡Oh, qué aspecto tendría el hombre, si sus vestiduras cambiaran con sus decisiones; si como la piel de un delfín sus ropas concordaran con sus deseos!

Seguramente, si cada uno viera el corazón ajeno, ya no habría comercio, ni ventas ni contratos; todos se dispersarían, y vivirían separados.

Señor, arréglanos, o mejor, constrúyenos; una creación no nos ha bastado. Si no nos creas diariamente, olvidaremos nuestra propia salvación. 

 

 

 

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