sábado, 19 de noviembre de 2022

CÉSAR TRUJILLO

 

 

 

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Prípiat fue testigo de nuestras manos enlazadas: mi corazón agitado y sus zapatos que se clavaban como un hacha a los maderos. Mis manos adheridas a su espalda para pasearme en medio de todos ¡Éramos felices, Vasili!, sin el hollín gruñendo en tu vientre, sin el vaho bufando por tus ojos.

 

De: “Al amor también lo devoró la luz”

 

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