Oficio de Rosas
En
Oriente el destino de las niñas
fue la muerte o la orilla del olvido.
Alguna vez sólo fuiste
muñeca sin voz
descarga de la carne
hechura para el parto,
los quejidos, la sangre
en silencio.
En ocasiones tomaste la revancha
con furia, con odio
te hiciste besar los pies,
tus perlas se disolvieron en vinagre
y no hubo banquete que te comprara,
salvo el amor.
Tu precio demolió imperios y fronteras.
Alguna vez, por amor, mataste a tus hijos,
por amor, también, entregaste tus senos al aspid certero.
Has ganado el voto
las faldas cortas, el látigo
y el lavaplatos, y la aspiradora y el microondas
allí donde arden tus uñas
allí donde quemas la memoria de tus labios.
Tu impotencia todavía describe la suma de una piel
ávida, poblada de nuevas orografías.
Con todo, sigues siendo la niña buena
ansiosa del buen marido y de la casa buena
las pequeñas seguridades
pagadas a plazo y con aplazos.
Pero persiste en tí esa cualidad de la rosa
sola en su ritual de pétalos desnudos.
Esa fragilidad que te recoge cada noche.
De: “Bogares”
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