La
roca de Sísifo
(Albert
Camus)
En
la pugna entre la piel y la noche, el latido y el eco, la mirada y la luz,
acecha la fiebre del horizonte donde la ebriedad abdica de esperanza. De la
cosa al nombre el aire que nos une a lo celeste nos va envenenando.
Desproporcionado soplo, entras al barro prisionero de los contrarios,
perteneces a la criatura desgarrada entre el aniquilarse de las cosas y la
permanencia entre los astros con el peligro de su fuego hermoso.
Donde
todo lo acoges y en todo te vas quedando, te desdicen los anillos de los años;
en tu evasión fuera de la luz topaste con el árbol de tu ayer, mientras
prendías entre la transparencia y el cuerpo la antorcha de tu vivir
desesperado.
¿Qué
noche no nació bajo los párpados? ¿Qué carne no se opuso al cielo que aplasta o
al bosque que en tu carrera pasa soñando sin ruido?
Cuerpo
contenido en el discurso caníbal de sus horas, hacia la cumbre con la sed
reciente del rocío empujas tu verdad cautivo de la pesada carga de existir sin
ningún clamor, de decir para que el silencio te devore inmediatamente después,
de luchar por el dolor de recibirlo todo y ser sólo su nostalgia.
Topaste
con el árbol de tu delirio, brotó la noche de tus párpados y el silencio de tu
cuerpo creció hacia el vacío hasta fundirse con la piedra. ¿Qué noche no nació
bajo tus párpados?
Vive,
Sísifo, en lo que te hiere. Otro fue quien emborronara en sus páginas.
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