El
desayuno
Estamos
en la mesa y nos miramos.
Huele a café la casa, a despertar,
y el frío de febrero nos complace
al lado del amor y sus certezas.
El fuego está encendido para ti.
En el viejo frutero unas naranjas
son verdad porque hablan en silencio
con la luz y las sombras,
y entonces me sonríes,
acaricias mi mano en la mañana.
No
dejarás de ser en la costumbre
la muchacha desnuda en una cueva.
Las horas se serenan en su extraño
acaecer, y el sol entra en la casa
donde no duele el tiempo.
Ya me alcanza tu amor,
y en su precipitarse, el de la vida,
nada cambia contigo,
estoy creciendo
hacia la luz por ti de las palabras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario