La
muerte estaba por todas partes a mi alrededor,
y la
vida perdida de los muertos que se convierte en la
muerte de los vivos.
Eran
órganos sexuales con cabezas de muerto,
cuerpos
con cabezas de muertos,
los
senos tenían cabezas de muerto como pezones.
En
todas mis miradas, estaba la muerte.
Torrentes
de sangre rezumaban de los muros
y
corrían a través de las calles. ¿Por qué tanto pavor?
¿Por
qué tantas bajezas?
Me
acostaba tarde, embrutecido por el alcohol, me levantaba temprano.
Mis
noches, aunque muy breves, eran muy agitadas,
llenas
de crímenes y mutilaciones, de orgías de todo tipo,
mi
sueño era sin cesar bruscamente
interrumpido.
Me daba vuelta y volvía a darme vuelta
de
espaldas, de un costado, boca abajo,
aferraba
mi almohada contra mí
en
un abrazo a la vez doloroso y ferviente.
Así
incubaba mi desasosiego.
Ya
no estaba ni siquiera seguro de haber
conocido
el calor de un cuerpo humano contra el mío.
Estaba
hundido en este estado, lo recuerdo.
De:
“Puerta del sol”
Versión
de Mariano Rolando Andrade
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