La
casa de mi madre
Esta
es la casa donde vivía mi madre.
Todos
los días me quedo allí durante un rato.
Nada
ha cambiado.
Nunca
arreglé el aire acondicionado,
el
calentador de agua lleva dos años descompuesto,
su
ropa sigue colgada en el armario.
Ya
no hay colcha en la cama donde dormía la siesta,
los
jabones que almacenaba están secos, agrietados,
las
bolsas de plástico que guardaba están estropeadas,
ya
no podrán usarse.
El
espejo no deja ver su rostro querido,
pero
su foto todavía está allí,
además
en un marco que no es negro.
El
perro que mi madre criaba sigue vivo
y
Xiao Wang –que la cuidaba– viene todos los días.
No
queda mucho por hacer,
sólo
limpiar y ordenar este lugar sencillo.
Nada
ha cambiado.
Todos
los días quemo inciensos y además fumo,
los
humos sin querer se entrelazan. Hay tres habitaciones:
una
con pilas de libros y revistas, otra como la dejó mi madre
(ésa
era su habitación),
y en
la más pequeña es donde escribo,
sobre
la mesa más chica que, de hecho,
es
la antigua máquina de coser que mamá usaba en aquel entonces.
De
verdad, nada ha cambiado.
Del
ciclo III. Familia de ensueño
Versión de Radina Dimitrova.
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