domingo, 14 de septiembre de 2025

GERARDO VENTEO

 

 

 

La suya era una casa sencilla de paredes blancas y un

tejado de amparo abierto como las manos que en su

cobijo redimían de todas las afrentas de los días y

su frío; una casa de anchuras para recoger el campo

y unos ojos abiertos a la calle para no olvidar la

anchura del mundo ni el futuro. Su casa, a su imagen

y semejanza, era buena.

 

De: “La veladora”

 

 

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