Exorcismos
Empeñado,
de cara al exorcismo cruel de tu belleza, puedo alumbrar estas iridiscencias
caudalosas. Estas radiaciones de bruto en celo, de bruto casi nube cautivado
por el exorcismo que nunca se detiene. Ahora sin sosiego, no sufre la invasión
crepuscular, ni siquiera juega a empaparse con rayos de luz en auroras
boreales. Admiro condenadamente su turbación, sus falsos aleteos alrededor del
exorcismo. Una marea anida en nuestros ojos cada vez que el exorcismo vuela y
se posa entre ramajes pasionales.
Cada
suspiro es una nube que habla, que suelta de alguna manera lenguas de
llamaradas en ramilletes, rebalsando de latidos el pecho. ¡Ah, exorcismo de
pasión o amor! ¡De fuego o de brazas! ¡De embrión o criatura viva! ¡De universo
o de viento! ¡De carne o de espíritu! ¡Ah, exorcismo milenario retorciendo
espirales de caracolas, retorciendo espirales de polvo, retorciendo espirales
de humos de fogatas nocturnas a orillas de nuestras playas! Un cauce emocionado
le obliga a despenarse, a dejarse ir al fondo. Tiene uno que segregar sus
poderes ensalivados, estos poderes que nos abren el misterio encerrado en el
ritual exorcista.
Entonces,
una lluvia de pájaros ilumina toda la escena con destellos que se cruzan en el
aire, que habitan en todos nosotros, que sueltan sus vuelos sin límites, sus
vuelos en el cielo. Hay en esta atmósfera una oscura sed sin tiempo que abre el
telón, una inflorescencia abriendo oscuros remansos entre las gradas del
escenario: y llega el curandero, el sagrado chaman que viene a libar la
sustancia, hasta morder los orígenes del exorcismo.
El
exorcismo abre su libación de energías, cargando la región que le alimenta,
manteniéndolo vivo. Esa abertura enciende otras puertas, otros cuerpos, otras
dimensiones, otras vertientes donde habitan mágicas palabras, palabras llaves
del cosmos expandiéndose, palpitante, abriendo sus brazos estrellados hacia
otras galaxias tiernamente cercanas. Un alarido llamea después del choque
estelar, entre plumajes de astros, entre cabelleras de cometas enredando sus
giros al exorcismo. Esa magia que está sumergida entre la verde esmeralda
atravesada de excitaciones, hasta bañarse de chalchihuite, para mojarse del
todo. Mas el exorcismo continúa siempre prendido. Alza lluvias en torbellinos
para desatarse entre nosotros hasta descender entre nuestros propios oasis. Luego
va invadiéndonos de nuevo con su respiración hecha de acertijos, con todos sus
acercamientos, sus invenciones, sus miedos, sus distanciamientos premeditados
casi a punto de volverse huracanes. Y antes de desaparecer la superficie del
exorcismo es aparentemente tranquila, no hay ondas ni móviles reflejos. Pero no
me engaño, tras esa apariencia de espejo hay un torbellino siempre a punto de
estallar. Pero bastan dos palabras y el exorcismo queda roto.
Diario
CoLatino, sábado 22 de diciembre de 2003.
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