"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
martes, 31 de octubre de 2017
JUAN JOSÉ MACÍAS
41
desiertos
que se anticiparon a la sed de los dioses
dioses
que precedieron la voz de los desiertos
y,
sobre cuantiosos mares,
nubes
cargadas de agua como camellos
buscador
de distancias
derechohabiente
del rabión de arena
¿qué
dicen los poetas
para
que jehová dios pierda el juicio?
en
realidad, nada que decir.
la
enseñanza de la poesía:
desestimarlo
todo y comenzar de nuevo.
buscador
de silencios, ante la nada
aprovechar
la nada: la oquedad del caracol
habla
maravillas del mar
De: “Deo volente”
MIGUEL FLORIANO
Lope revive, escribe unos versos y se vuelve a su
sepulcro
En la
extraña verdad en que habitamos
apenas sé quién sois ni quién soy yo
(ambos amparamos discretos simulacros).
Así, pareciera que me nombro y solo soy
ausencia de vos, patrimonio del vacío.
Así, pareciera que os nombro y solo sois
el ligero provecho de tantísima quimera
vuestra: caricia
que ríe confundiendo
lo que tienta y toca. De limpio
amado yo, pues, súbitamente, de limpia
amada tú, a idioma
de costumbres yo, a quebrantada
amante tú; y esto en tan solo
un segundo, mujer.
apenas sé quién sois ni quién soy yo
(ambos amparamos discretos simulacros).
Así, pareciera que me nombro y solo soy
ausencia de vos, patrimonio del vacío.
Así, pareciera que os nombro y solo sois
el ligero provecho de tantísima quimera
vuestra: caricia
que ríe confundiendo
lo que tienta y toca. De limpio
amado yo, pues, súbitamente, de limpia
amada tú, a idioma
de costumbres yo, a quebrantada
amante tú; y esto en tan solo
un segundo, mujer.
En la
extraña verdad en que habitamos
ya no sé quién sois vos ni quién soy yo.
Con tal grandiosa duda voy bordando
un incomparable, un bello enigma.
ya no sé quién sois vos ni quién soy yo.
Con tal grandiosa duda voy bordando
un incomparable, un bello enigma.
ADOLFO BURRIEL
La
herida tiene
sangre de cobra,
caverna de pez ciego.
La herida
diezmó los árboles,
la sangre de los labios
desató la tormenta inesperada…
De "Colores desunidos"
sangre de cobra,
caverna de pez ciego.
La herida
diezmó los árboles,
la sangre de los labios
desató la tormenta inesperada…
De "Colores desunidos"
ANDRÉS TRAPIELLO
Adonde tú por aire
claro vas...
Adonde tú por aire claro vas,
en sombra yo, o en hojarasca breve,
te he seguido. Yo mismo sombra soy
de ti. Y no puedes tú notar que yo
te siga, yo, callado tras de ti,
lumbre contigo o nieve de tu mano.
Y veo tu mirar, mas siempre esquivo,
oscuro y amoroso, en huertos altos
que tú para tu amor los cercas. Fuentes,
aves, la reja de la casa sueño
ser yo, la claridad, su vuelo limpio,
el aire entre los hierros. Pero tú,
a mi través, cuando me miras, creo
que estás mirando a otro, de no verme.
Y ya la fuente, el ave, las espadas
de la verja no son nada. La tarde
su rosa le retira al vaso. Pétalos
sólo, los continentes que parecen
sobre la mesa, a ti te los ofrezco,
te envío su gobierno y yo, la sombra.
Adonde tú por aire claro vas,
en sombra yo, o en hojarasca breve,
te he seguido. Yo mismo sombra soy
de ti. Y no puedes tú notar que yo
te siga, yo, callado tras de ti,
lumbre contigo o nieve de tu mano.
Y veo tu mirar, mas siempre esquivo,
oscuro y amoroso, en huertos altos
que tú para tu amor los cercas. Fuentes,
aves, la reja de la casa sueño
ser yo, la claridad, su vuelo limpio,
el aire entre los hierros. Pero tú,
a mi través, cuando me miras, creo
que estás mirando a otro, de no verme.
Y ya la fuente, el ave, las espadas
de la verja no son nada. La tarde
su rosa le retira al vaso. Pétalos
sólo, los continentes que parecen
sobre la mesa, a ti te los ofrezco,
te envío su gobierno y yo, la sombra.
De: "Las tradiciones"
ARIEL MONTOYA
Señal del velo
Como el
vértigo de la espada
despuntando silencios,
tu ausencia
fragua insistente
revistiendo
calados entornos
ensangrentando
espirales sobre días y noches
cubiertas
por lamentables transparencias.
Veo tus ojos
-tempestad de luces-
desbandando sombras,
invadiendo
veranos y esperas,
volviendo con los míos
en las tejidas
gaviotas del atardecer,
en la copiosa
tanda de estrellas
contempladas en tu frente.
Tu pelo es la lluvia
Sobre tu espalda
chorrea
un voluptuoso calendario
de hebras y medusas
donde feliz
se pierde y enreda
la masculina
vela de mi entrega.
Tu ausencia
viene con la lluvia,
su velo
es un témpano abrazador
cayéndome
en las letras de tu nombre: Verónica.
De: “Perfil de la Hoguera”
despuntando silencios,
tu ausencia
fragua insistente
revistiendo
calados entornos
ensangrentando
espirales sobre días y noches
cubiertas
por lamentables transparencias.
Veo tus ojos
-tempestad de luces-
desbandando sombras,
invadiendo
veranos y esperas,
volviendo con los míos
en las tejidas
gaviotas del atardecer,
en la copiosa
tanda de estrellas
contempladas en tu frente.
Tu pelo es la lluvia
Sobre tu espalda
chorrea
un voluptuoso calendario
de hebras y medusas
donde feliz
se pierde y enreda
la masculina
vela de mi entrega.
Tu ausencia
viene con la lluvia,
su velo
es un témpano abrazador
cayéndome
en las letras de tu nombre: Verónica.
De: “Perfil de la Hoguera”
VANESA PÉREZ-SAUQUILLO
Dentro
todo es leyenda
pero bajo la arena
hay un cuarto escondido
con sus cuatro paredes.
Un cuarto en el que cuesta respirar
porque el aire en él vive
y a él, ancla de cuatro brazos,
se aferra cada vida amenazada,
chispas de luz pujando por entrar
a una farola oscura.
pero bajo la arena
hay un cuarto escondido
con sus cuatro paredes.
Un cuarto en el que cuesta respirar
porque el aire en él vive
y a él, ancla de cuatro brazos,
se aferra cada vida amenazada,
chispas de luz pujando por entrar
a una farola oscura.
A
ciertas horas de la madrugada
cuando parece que la casa cae,
como un jabalí muerto
en la húmeda carretera de la noche
-como lo hicieron los colchones
ventana abajo, los muebles
pared abajo, zapato de charol
peldaño abajo,
tantos suelos abajo,
como lo hizo ya la propia casa
en un doce de agosto, mediodía
de derribo-,
a ciertas horas de la madrugada
en que lo doloroso se repite,
el cuarto la recoge, la mece
y, cuando está dormida,
le envuelve suavamente sus retales
para volver a desplegarlos luego,
cuando lo oscuro esté memoria adentro
y los fantasmas vuelvan a ser manchas
y el gato cierre un ojo
y haga frío.
cuando parece que la casa cae,
como un jabalí muerto
en la húmeda carretera de la noche
-como lo hicieron los colchones
ventana abajo, los muebles
pared abajo, zapato de charol
peldaño abajo,
tantos suelos abajo,
como lo hizo ya la propia casa
en un doce de agosto, mediodía
de derribo-,
a ciertas horas de la madrugada
en que lo doloroso se repite,
el cuarto la recoge, la mece
y, cuando está dormida,
le envuelve suavamente sus retales
para volver a desplegarlos luego,
cuando lo oscuro esté memoria adentro
y los fantasmas vuelvan a ser manchas
y el gato cierre un ojo
y haga frío.
lunes, 30 de octubre de 2017
MOISÉS VEGA
víctimas
de su propia daga
mis
muertos vuelven devorados
no
escucho sus corceles
tras el
sueño de la lumbre
no me
tocaron sus musas
nadie
ha venido
– sea
Catulo o Bojórquez –
a
preguntar por mis ojos
del
tiempo en mis ojos como un relámpago
donde
Calíope se congrega y ensancha
después
de todo
una
muchacha vale más que un verso.
De “Memorias del cuerpo”
HAMLET AYALA LUGO
Condición humana
Aprender
a callar de uno
las
lenguas irredentas
que
acumulan quehaceres y certezas
que
evocan sonoros
taladros
de habla
y
gentilidad de mercaderes.
.
Que nada nos delate:
Que nada nos delate:
quien
es humano siente;
quien
siente
……….vive
en riesgo
y muere
por
propia luz.
HÉCTOR DE PAZ
(Todo era)
Todo
era
zumbar de abejas
delirio de hormigas
vuelo de gaviotas
nubes presagiando minúsculos diluvios
rondar de libélulas sobre hierba sensitiva
zumbar de abejas
delirio de hormigas
vuelo de gaviotas
nubes presagiando minúsculos diluvios
rondar de libélulas sobre hierba sensitiva
De: “Ahogada lumbre la sangre”
PAULINA VINDERMAN
Los
días se han vuelto cada vez más escasos.
"Si yo fuera el invierno mismo", hablaría
de culpas, frías como el alcohol sobre la piel,
frías como la cama al lado de la ventana rota.
Esta es una isla de detención
(rodeada por un mar que no vemos).
Las voluntarias vestidas de rosa
son tan dulces y compasivas que provocan furor,
no pueden con el invierno,
(no pueden con nuestro invierno.)
El aire es tan denso que a su través,
puedo ver las partículas de dolor como flores
de un empapelado envejecido.
Flores de ceniza, flores de estuco.
Palabras que ya nunca diremos.
Lavo la taza y las cucharas mientras espío
la caída del sol: un vertiginoso cielo
color limón que cae del otro lado del mundo,
sobre árboles talados demasiado temprano.
"Si yo fuera el invierno mismo", hablaría
de culpas, frías como el alcohol sobre la piel,
frías como la cama al lado de la ventana rota.
Esta es una isla de detención
(rodeada por un mar que no vemos).
Las voluntarias vestidas de rosa
son tan dulces y compasivas que provocan furor,
no pueden con el invierno,
(no pueden con nuestro invierno.)
El aire es tan denso que a su través,
puedo ver las partículas de dolor como flores
de un empapelado envejecido.
Flores de ceniza, flores de estuco.
Palabras que ya nunca diremos.
Lavo la taza y las cucharas mientras espío
la caída del sol: un vertiginoso cielo
color limón que cae del otro lado del mundo,
sobre árboles talados demasiado temprano.
De: "Hospital de veteranos"
MIGUEL VEYRAT
domingo, 29 de octubre de 2017
DIANA AZCONA TREJO
VIII
Salgo
de la sala de urgencias al amanecer,
luego
del informe médico: dicen que no has despertado.
Prendo
un cigarro o dos
y leo
un poema o dos.
Hago lo
mismo desde hace muchos días,
no sé
exactamente cuántos:
he
perdido la capacidad de medir el tiempo.
Siento
como si llevara años viviendo aquí,
como si
la entrada del hospital
fuera
el comedor de nuestra casa,
como si
los parientes de los otros enfermos
fueran
de nuestra familia;
los
observo y padezco con ellos:
el
padre de Alfonso luce abatido
esta
mañana
el
pulmón de su hijo colapsó;
la
hermana de Silvia ,
paciente
de cáncer,
llora
tranquila y come tamales
mientras
espera a que le entreguen a la muerta radiada;
la casi
viuda del hombre comatoso bebe café,
lee un
poema o dos,
prende
un cigarro
y no
sabe qué hacer ante el esplendor de la despedida.
De: Crónicas de hospital
ARIEL MONTOYA
Tarde
A
Ruth Eugenia Jirón Torres
He filtrado a la tarde
el sitio donde tu figura suspendió el tiempo.
El escondite
donde los calendarios estrujaron
las citas mañaneras
-tempranas ejecuciones de los veinte
y principios-.
En tu último vestido lila,
se detallan bordados los signos alucinantes
de un tráfico de estrellas,
espectacularmente solidarias
con los preceptos
de mi memoria
más virgen que tu primer compromiso con la aurora.
Junto a la avenida principal
de tu paisaje
he concertado una cita
a lo largo y ancho de este instante,
para que este amor
trepe vertical más arriba de los tejados
y donde vos y yo cada noche,
apaguemos el botón
indiscreto de la luna
para meternos en nuestro abrazo.
He filtrado a la ciudad
tu nombre,
y una caravana
de pedernales
se ha desparramado
por sus calles.
He filtrado a la tarde el sitio
donde tu figura suspendió el tiempo,
y el presente
es una emboscada
luminosa
perpetuada de eternidad.
De: Perfil de la Hoguera
He filtrado a la tarde
el sitio donde tu figura suspendió el tiempo.
El escondite
donde los calendarios estrujaron
las citas mañaneras
-tempranas ejecuciones de los veinte
y principios-.
En tu último vestido lila,
se detallan bordados los signos alucinantes
de un tráfico de estrellas,
espectacularmente solidarias
con los preceptos
de mi memoria
más virgen que tu primer compromiso con la aurora.
Junto a la avenida principal
de tu paisaje
he concertado una cita
a lo largo y ancho de este instante,
para que este amor
trepe vertical más arriba de los tejados
y donde vos y yo cada noche,
apaguemos el botón
indiscreto de la luna
para meternos en nuestro abrazo.
He filtrado a la ciudad
tu nombre,
y una caravana
de pedernales
se ha desparramado
por sus calles.
He filtrado a la tarde el sitio
donde tu figura suspendió el tiempo,
y el presente
es una emboscada
luminosa
perpetuada de eternidad.
De: Perfil de la Hoguera
ADOLFO BURRIEL
ANDRÉS TRAPIELLO
La
falda, un blanco balneario,
desaparece en el recodo
verde, al final del paseo.
Enarenado trecho de los bojes
donde tú caes de ese lado de la sombra,
como durmiendo cambias
de sitio, para siempre
en otros brazos
que los míos despiertos.
desaparece en el recodo
verde, al final del paseo.
Enarenado trecho de los bojes
donde tú caes de ese lado de la sombra,
como durmiendo cambias
de sitio, para siempre
en otros brazos
que los míos despiertos.
De: "Las tradiciones"
DANIEL FRAGOSO
Mi rostro coincide
ahora con otros rostros,
mi
rostro coincide con el paso
que la
gubia del tiempo hiende,
en las
líneas trazadas sé
que no
existirá riqueza que pague
los
exilios que a estos cuerpos devastaron.
De: “Escuela del vértigo”
CARMEN INÉS PERDOMO
Mientras despojas su recuerdo
Ella se desnuda en el
paraíso
Alejandra Pizarnik
Ella
teje el olvido
al filo
de su imagen.
Devora
llamas de ausencia
mientras
encarna otra piel.
Teme
nombrar
lo que
está muerto.
sábado, 28 de octubre de 2017
ADRIANA PÉREZ
Paramnesia
He
empezado a desearte
a comer estas horas
a sembrar en los surcos vacíos de la soledad
refrescando palabras antiguas
convirtiéndolas en un torrente de voces vivas
a comer estas horas
a sembrar en los surcos vacíos de la soledad
refrescando palabras antiguas
convirtiéndolas en un torrente de voces vivas
[Los
nuevos amores no apaciguan
ni dan certidumbre
ni calman ninguna sed ni hambre
no vuelven a nadie más listo
ni se posan sobre ningún corazón como colibríes
más bien parecen perros hambrientos
rabiosos
callejeros
son como boas arrastrando ansiedad
tragándose el sueño
se aparecen como espectros malditos
y uno se espanta
se vuelve medio loco
sufre de sudores
tartamudeo
estupidez]
ni dan certidumbre
ni calman ninguna sed ni hambre
no vuelven a nadie más listo
ni se posan sobre ningún corazón como colibríes
más bien parecen perros hambrientos
rabiosos
callejeros
son como boas arrastrando ansiedad
tragándose el sueño
se aparecen como espectros malditos
y uno se espanta
se vuelve medio loco
sufre de sudores
tartamudeo
estupidez]
Me
estás envenenando
contagiando
sacando los ojos con tanto amor
exprimiendo con tu candor
mis sesos
contagiando
sacando los ojos con tanto amor
exprimiendo con tu candor
mis sesos
IVÁN TUBAU
La rosa y la metáfora
1
Aunque
seas aún
una metáfora
Rosa,
me place tocar
tu muslo con la mano.
una metáfora
Rosa,
me place tocar
tu muslo con la mano.
De: "Vendrán meses con erre"
ANDREA OCAMPO
Chica material
Cuarenta
mil
ovocitos
preparados listos ya.
Algunas
perforaciones
primitivas
en las orejas.
Un
millón
de
platos por lavar, secar y acomodar.
Muchos
métodos depilatorios.
Un
puñado de amistades varias.
Cien
lunes de dietas empezadas.
Ocho
horas extras
de
alquiler de fuerza de trabajo.
Infinitas
mamaderas tibias.
Decenas
de amores posibles e imposibles.
Un poco
de paciencia ante el destino.
Dos
talles de diferencia.
Miles
de consejos desoídos.
Últimas
felicidades cosméticas.
Un
pecado original.
Ninguna
duda.
DOUGLAS TÉLLEZ
Elegía a mi Abuelo
Batallo
con mis recuerdos
para
darte un rostro.
Aunque
tu rostro sea igual
Al de
todos los patriarcas,
Ya lo
dijo Eunice: “Todos los
Viejitos
se parece”, con esa frágil
gracia
de papiros doctorales.
Sigo
buscándote un rostro, apenas
guardo
un vago gesto: tu mano leve
saludándome
desde el Willy en marcha.
Poco o
casi nada nos une, este instante
que
para siempre nos separa, un hilo
de
lágrimas perdido en la densidad del
polvo,
la tristeza de mi madre.
Ahí, te
reconozco, ese será el rostro
que
guarde.
IRMA TORREGROSA
Morning sun
En mí
no florece la mañana.
La
observo subir a las narices
de los
que trabajan todo el día
o toda
la noche
o toda
la vida.
Florecen
los colores de las casas,
los
besos de despedida
que no
conozco
y la
risa de los niños en la escuela.
En mí
la luz no dibuja nada.
Solo
invade mi habitación
para
hacerla interminable
la
espera del que no regresa
del que
nunca estuvo.
La
mañana no toca la puerta,
se mete
por los ojos
y
destierra de mi
todo lo
que no sea soledad.
viernes, 27 de octubre de 2017
JORGE LARA
Por el confino sideral renombre
Por el
confino sideral renombre
axólotl
salamandra camaleón
florida
muerte tigre al victorioso
abrasador
despojo en la llanura
Difícil
material para constelaciones frígida-s
largo
sitio roto los amantes vean
tras
vez gris en la máquina del ansia
fórmula
rasante venga el viento
por los
que viven niebla y sus ramos procure
de ala
marmórea febriles ostentando
flamear
acre ya en sangre aciaga la jauría
al
verter en espectro leve remo
aquí
fundante trizador asombra
del
triste fango haciendo pura luz
CARILDA OLIVER LABRA
Guárdame el tiempo
Vuelves a renovarme el don perpetuo.
Otra vez eres ése
que me enseñó las señales del alba,
el que salvó una hormiga en el borde del vaso.
Vuelves para pedirme que reúna
la corte de los gatos,
que te ampare de aquel golpe en la nuca,
que te dé mi tristeza como un sorbo,
que te recorte alguna uña,
que me moje de ti,
que te alcance el café,
que no oscurezca,
que me case contigo esta noche otra vez.
Se nos quedaron muchas cosas sin hablar,
Necesitamos una cita,
porque
¿a quién le doy tantas caricias
que sobraron,
aquellas que olvidé ponerte sobre el pecho?
¿A quién le cuento
que he planchado, creyendo que era tela,
tu perfil de muchacho?
¿A quién convido ahora con mis piernas
y le enseño el jazmín que nació anoche,
y le pongo una abeja a que lo pique,
y le saludo la inocencia?
¿A quién le miento y juro,
a quién le tiro un pan contra la oreja,
a quién le digo que lo odio,
y luego, que lo amo?
¿A quién le digo hijo,
y me lo paso por dentro como un trapo?
Sé bien que estás metido en nuestros átomos,
que te mueves en ese aire que espantó estas páginas
que observas desde los retratos,
que te has caído hoy contra mi pecho
y para que seamos uno solo
hasta este propio corazón
me lo has parado;
sé que estoy muerta
soñando que te busco por el cuarto.
Guárdame el tiempo.
Guárdamelo.
Estoy segura de que puedes.
Así no ha de caer la luna
ni tendrás que morirte en la mañana
y el jueves será eterno
y te besaré siempre como el veinticuatro
de septiembre
de mil novecientos ochenta y uno.
Guárdame el tiempo,
guárdamelo.
¡Qué no pase ni un minuto,
que nada ciego nazca,
que no se invente un aparato de tortura
ni estalle otra contienda contra el hombre;
que no cacen más pájaros,
que no se malogre la pureza,
que vuelvas
a ser
y aquel esplendor tuyo se mezcle, poderoso,
a mis harapos!
Guárdame el tiempo,
guárdamelo.
Vuelves a renovarme el don perpetuo.
Otra vez eres ése
que me enseñó las señales del alba,
el que salvó una hormiga en el borde del vaso.
Vuelves para pedirme que reúna
la corte de los gatos,
que te ampare de aquel golpe en la nuca,
que te dé mi tristeza como un sorbo,
que te recorte alguna uña,
que me moje de ti,
que te alcance el café,
que no oscurezca,
que me case contigo esta noche otra vez.
Se nos quedaron muchas cosas sin hablar,
Necesitamos una cita,
porque
¿a quién le doy tantas caricias
que sobraron,
aquellas que olvidé ponerte sobre el pecho?
¿A quién le cuento
que he planchado, creyendo que era tela,
tu perfil de muchacho?
¿A quién convido ahora con mis piernas
y le enseño el jazmín que nació anoche,
y le pongo una abeja a que lo pique,
y le saludo la inocencia?
¿A quién le miento y juro,
a quién le tiro un pan contra la oreja,
a quién le digo que lo odio,
y luego, que lo amo?
¿A quién le digo hijo,
y me lo paso por dentro como un trapo?
Sé bien que estás metido en nuestros átomos,
que te mueves en ese aire que espantó estas páginas
que observas desde los retratos,
que te has caído hoy contra mi pecho
y para que seamos uno solo
hasta este propio corazón
me lo has parado;
sé que estoy muerta
soñando que te busco por el cuarto.
Guárdame el tiempo.
Guárdamelo.
Estoy segura de que puedes.
Así no ha de caer la luna
ni tendrás que morirte en la mañana
y el jueves será eterno
y te besaré siempre como el veinticuatro
de septiembre
de mil novecientos ochenta y uno.
Guárdame el tiempo,
guárdamelo.
¡Qué no pase ni un minuto,
que nada ciego nazca,
que no se invente un aparato de tortura
ni estalle otra contienda contra el hombre;
que no cacen más pájaros,
que no se malogre la pureza,
que vuelvas
a ser
y aquel esplendor tuyo se mezcle, poderoso,
a mis harapos!
Guárdame el tiempo,
guárdamelo.
Te lo
pido con rabia,
con ternura,
con todo lo que no es palabra.
Para que siempre seamos lo estupendo:
hombre y mujer
girando,
nueva especie del mundo;
ya casi un milagro.
Pues me han salido en la cara tus ojos
y a ti en el rostro mi boca,
y no sé cuando te miro si eres tú quien me mira
ni cuando tú me besas
si soy yo quien te ha besado.
con ternura,
con todo lo que no es palabra.
Para que siempre seamos lo estupendo:
hombre y mujer
girando,
nueva especie del mundo;
ya casi un milagro.
Pues me han salido en la cara tus ojos
y a ti en el rostro mi boca,
y no sé cuando te miro si eres tú quien me mira
ni cuando tú me besas
si soy yo quien te ha besado.
AMALIA IGLESIAS
El sueño de los caballos muertos
A Sylvia Plath
La noche esconde espuelas, atesora secretos
para el viajero que se aventura a solas hacia rutas insomnes;
cuando el sueño se acuesta a la deriva
y una embriaguez antigua vuelve a cercar los ojos
-caballos que se despeñan cada noche
y luego recobran vida para volver a suicidarse- .
Alta bóveda abierta
sobre la cicatriz que deja el golpear de los cuerpos remotos
y el galopar penúltimo pradera adentro,
semejante al ruido aquel de las puertas abatidas contra el otoño.
Y preguntar a dónde van cada día sus ojos aún calientes,
el alucinado mirar de los adioses
si desde algún lugar
suplicando su gemido inaudible.
Por la grieta del aire
-cerradura del mundo donde la muerte acecha
apostada en el umbral del sueño útil-
el galopar de los caballos que van a despeñarse
y caen desfiladero abajo,
arrastran la impotencia,
la ingravidez de mis muslos apretados.
Por el alma se adensan los recuerdos en ámbar,
la resina que desprenden pesadillas de entonces,
sólidas como la sangre del cristo crucificado
donde se clavaban mis ojos de niña al salir de la siesta;
gigantescos helechos golpeándome el rostro
mientras mis manos temblorosas apartaban las nubes
para encontrar el mundo
que nunca estaba al otro lado de la niebla.
Detrás vendrá el abismo con su imán desatado,
presiento en el galope su voz más poderosa:
la palabra embrujada, las palabras rotundas
y el galopar constante en los cristales,
su galopar constante...
Luego el vacío, el cenit.
Por la órbita de los caballos muertos
un sopor sin escrúpulos me conduce hasta el alba.
La noche esconde espuelas, atesora secretos
para el viajero que se aventura a solas hacia rutas insomnes;
cuando el sueño se acuesta a la deriva
y una embriaguez antigua vuelve a cercar los ojos
-caballos que se despeñan cada noche
y luego recobran vida para volver a suicidarse- .
Alta bóveda abierta
sobre la cicatriz que deja el golpear de los cuerpos remotos
y el galopar penúltimo pradera adentro,
semejante al ruido aquel de las puertas abatidas contra el otoño.
Y preguntar a dónde van cada día sus ojos aún calientes,
el alucinado mirar de los adioses
si desde algún lugar
suplicando su gemido inaudible.
Por la grieta del aire
-cerradura del mundo donde la muerte acecha
apostada en el umbral del sueño útil-
el galopar de los caballos que van a despeñarse
y caen desfiladero abajo,
arrastran la impotencia,
la ingravidez de mis muslos apretados.
Por el alma se adensan los recuerdos en ámbar,
la resina que desprenden pesadillas de entonces,
sólidas como la sangre del cristo crucificado
donde se clavaban mis ojos de niña al salir de la siesta;
gigantescos helechos golpeándome el rostro
mientras mis manos temblorosas apartaban las nubes
para encontrar el mundo
que nunca estaba al otro lado de la niebla.
Detrás vendrá el abismo con su imán desatado,
presiento en el galope su voz más poderosa:
la palabra embrujada, las palabras rotundas
y el galopar constante en los cristales,
su galopar constante...
Luego el vacío, el cenit.
Por la órbita de los caballos muertos
un sopor sin escrúpulos me conduce hasta el alba.
De "Memorial de Amauta"
EDGAR VALENCIA
Muchacha inglesa
He
leído a Cyril Conolly
describir
a una muchacha inglesa
de los años
treinta:
frente
alta
nariz
en punta
labios
llenos
grandes
ojos
pelo
oscuro
expresión
adusta y malhumorada
personificaba
a la vez
la
inteligencia en zozobra
y la
belleza
yo no
recuerdo haber visto
a Cyril
Conolly
en
aquel rave.
SILVIA EUGENIA CASTILLERO
Hendidura
Se
rasga una superficie pero nadie sabe,
la cima
está en la textura misma y no hay quien lo advierta.
En la
alcantarilla hay milímetros expandiéndose
inútilmente,
se agitan las formas espaciales en
el
reflejo de la hendidura, en su vertedero, en su derramarse todo
en el
vacío. Ahí están las huellas buscadas, en esa innecesaria
corriente
de miligramos que van incrustándose de migaja en migaja.
Impera
el precipicio desde ahí, olvida la barranca, el acantilado;
en las
inmundicias está la catástrofe, el derrumbe inicia en su desfase,
en el
monstruoso engranaje de la materia. Ahí estás tú.
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