VIII
Salgo
de la sala de urgencias al amanecer,
luego
del informe médico: dicen que no has despertado.
Prendo
un cigarro o dos
y leo
un poema o dos.
Hago lo
mismo desde hace muchos días,
no sé
exactamente cuántos:
he
perdido la capacidad de medir el tiempo.
Siento
como si llevara años viviendo aquí,
como si
la entrada del hospital
fuera
el comedor de nuestra casa,
como si
los parientes de los otros enfermos
fueran
de nuestra familia;
los
observo y padezco con ellos:
el
padre de Alfonso luce abatido
esta
mañana
el
pulmón de su hijo colapsó;
la
hermana de Silvia ,
paciente
de cáncer,
llora
tranquila y come tamales
mientras
espera a que le entreguen a la muerta radiada;
la casi
viuda del hombre comatoso bebe café,
lee un
poema o dos,
prende
un cigarro
y no
sabe qué hacer ante el esplendor de la despedida.
De: Crónicas de hospital
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