martes, 21 de noviembre de 2017

DOUGLAS TÉLLEZ




El despertar de la ira



Bajo un arco de ebrias luciérnagas
te espera un mundo no tan vasto
como el mundo que hasta ahora conoces:
con océanos, montañas, ciudades, hombres y fieras.
Lejos de los dominios de tu corazón
y tu estancada sangre, la gente manosea
y maldice la ternura de tu nombre.
Las avenidas se levantan con sus tallos
de aluminio, cristal, acero y neón.
Se abren las ventanas, las puertas de los prostíbulos,
los portones de las cárceles, los cementerios
y los  templos donde se comercia con sangre.
Arden óseas astillas, atizan la hoguera, donde descansa
el perol que hierve con líquidos metales.
Allí verás cómo se funden las monedas, como se les graba
la esfinge del verdugo, el perfil del tirano, la marca del asesino.
Nosotros nos morimos por esas piezas de colección,
nos encanta todo lo que huela a sangre y morbo…
Nos fascinan los nombres de los carniceros y suicidas.
Un día, te despojaran de tu nombre, inventarán uno que corresponda
con tu apariencia de animal doméstico o de incontenible fiera.
Pule tus uñas, agudiza tus pupilas, pronto te sorprenderá
la cacreca mano, enguantada con zumbido de revólver
o  filo de matarife. No verás su rostro, ni el alto obelisco
de sal que se levantará en tu memoria.
Cualquiera podría dar el guantazo de mariposas:
el niño que salta del sombrero negro,
la liebre luminosa que chilla cada noche,
el muchacho insómnico que espulga los piojos de tus sueños,
el galante caballero de hepático vientre y sonrisa bonachona,
la dama que muestra su sonrisa luminosa mientras aplasta cucarachas,
la muchacha con sus claveles de papelillo chino,
los dones con sus cuernos de oro,
los niños que comen tinta y polvillo de pizarras,
los próceres con sus patillas de carniceros y sus trajes azules.
No te fíes, te espera un mundo donde andan sueltas
venenosas alimañas y temibles depredadores.
Afuera, hay un mundo que te espera.
Dentro, muy dentro de vos, va creciendo otro que apenas conoces.





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