Memoria de la Poesía
(Fragmentos)
Ella es
la
poesía,
nace de
la palabra como el día
y muere
en las sombras del silencio.
Ave
fénix eterna, de la ceniza surge,
vuela,
se confunde con el sol y se consume en él,
mas
retorna a los hombres y los ilumina.
Momentánea,
parece
que se extingue,
pero
renace siempre:
en el
llanto del hijo, en su alegría,
en la
primera, imperfecta
y
balbuceante carta enamorada,
en el
cuerpo junto a nuestro cuerpo,
en la
mano que llega en el dolor,
en el
gesto heroico y silente que cuesta la vida,
en la
frase hermosa e inesperada,
en la
luz, el agua, el pájaro y la rosa
que sin
estar está, como dijo Dulce María Loynaz.
Ella es
la
poesía,
el
verbo,
y se
hace carne en tantas voces diariamente
y
gracias a Dios habita entre nosotros
y vemos
su gloria
y
aunque a veces no la recibimos,
sin
embargo, permanece, según Dávila Andrade,
aun en
medio de la miseria, y hasta cuando tiene que inclinarse
ante el
plato de azafrán de las posadas,
porque
pese a ser de sombra y sueño, como diría Shakespeare,
es
inmortal,
y solo
se extinguirá el día en que los hombres
desaparezcamos
de esta tierra,
materia
prima de toda creación,
el más
hermoso y cruel, el más intenso y perenne
de
todos los poemas.
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