Retirada
A mis
hermanos caídos
en esta
tierra de infortunio embozado.
Vámonos
deformando en ceniza, en cal viviente de
recuerdos
que no
renacen en vuelo de fénix.
Vámonos
de la esperanza inútil
que no
sofocó ni un solo rezo,
de las
noches en que la espera congeló al astuto tiempo.
Vámonos
de la perversidad que dejó caer al inocente,
de las
prórrogas políticas con sabor agrio, falaz e
impertinente.
Vámonos,
huyamos,
zarpemos,
busquemos
la dignidad arrebatada de más de veintidós mil
cuarenta
y tres muertos, y emitiremos del estoicismo
oprimido
al que
nos han acostumbrado.
Vámonos,
porque
maldito fue el momento
en qué
Dios corrió asustado
y se
ocultó a llorar por un mundo roto bajo la cama.
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