sábado, 29 de junio de 2019

MARISA MARTÍNEZ PÉRSICO






  
Visita a la casa de Petrarca



Un amigo me invita a la casa de Petrarca.
Es en Arquà, cerca de Padua, en una villa del Duecento
con frescos que celebran
las virtudes
de Safo y de Cleopatra.

Me aturden las clepsidras metódicas del tiempo,
la bóveda de arena
que me lleva
hasta la muerte de Laura.

Canciones con laureles y tiaras de diamantes.
Caminos espinosos y sinceros.
Chicas blancas
y frías como el mármol
de angélicos cabellos sin agua oxigenada.
Amores con un alma
en dos cuerpos repartida.

¿Qué puedo hacer en ese huerto?
¿Ir a poner mi flor en su ventana?
¿Acariciar los muros desde afuera?
¿Hacer una pulsera con todos mis fracasos?

Iré como quien busca fósiles de focas prehistóricas,
explora dinosaurios o ballenas,
saca fotos a esqueletos de tortugas.

Qué habría hecho Petrarca de un amor como el mío.   
Cómo habría cantado
un amor como el nuestro.


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