miércoles, 24 de julio de 2019

JULIO CÉSAR TOLEDO





Poema avión



Estas palabras que lees
tienen estructura metálica y aspiran a poema,
quieren ser, en sentido estricto una aeronave.
Llámale avión, me da lo mismo;
lo importante aquí es
::::::::::::::::::::::::que vuele.

Lo vital es que el poema tenga alas,

asientos al menos para dos:
un piloto resulta imprescindible.
Que trabaje el torrente de sangre combustible,
que deje
en el espacio
su esencia hecha de humo;
que haga, en su pirueta,
una señal discreta que se pueda ver.

Intenta despegar este poema
con sus ruidos y sintaxis propulsoras,
ganar altura con los signos,
planear, acaso, en consecuencia de los verbos;
tal vez,
después de tu lectura,
monosílabo, se atreva a aterrizar.

El poema tiene por fin último volar
—mejor, ser vuelo—.

Y si algo transporta por los aires,
será más que palabras predispuestas,
habrá sido,
venturosa maquinaria,
un avión.



(RUDERR O EPÍLOGO)

Ya luego se verá, si se relee, que a veces
—depende también de las corrientes,
del piloto,
de la forma de leer.—
El poema no despega.



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