martes, 27 de julio de 2021

MANUEL BECERRA

 

 


 

Bebedero de caballos

 



Lo que antes fue un molino ahora es
una tienda de libros. Por la entrada a la parte
de discos de vinil se abastecía
de agua a los caballos. Hoy el ático
resguarda una estación de radio.
Una debajo de otra, las maderas rojizas
construyeron la torre. Un río a su costado
lleva cientos de años escuchándose.
El oído se va con él y su violencia
de piedras verdes, de gentío de agua.
Sabemos, sin lugar a dudas, que el oído
es uno de los tantos animales
que conforman al ser humano
y sabemos que al extraviarlo
—en ello va la psique—
pierde su norte nuestra rosa náutica.
De modo que el oído es una suerte
de animal que sitúa. Al volver a mi cuerpo
retomo la escritura de esta carta.
En el envés del sobre están las coordenadas
de tu casa en la vieja Petrogrado.
Viajará en un avión con un logo de agencia
de correos y no como lo hubiera
preferido: semejante a una flecha
dirigida hacia ti por encantamiento.
El caballo no se crea ni se destruye,
sólo se transfigura
, escribo. Y después
una chica espigada llega con una cámara
fotográfica al hombro y se inclina hacia el chorro
suspendido del bebedero eléctrico.

 

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