lunes, 31 de enero de 2022


 

ROZZ WILLIAMS

 

 

Tantas vidas se han roto
por el silencio que tejemos

 

Nota: Rozz Williams, seudónimo de Roger Alan Painter



BASILIO SÁNCHEZ

 

 

 

Deja un cubo de agua a la intemperie

y acabará llenándose de estrellas.

 

 

ROBERTO COREA TORRES

 

 

hostia

 

Pedacito de pecado

que sabe a pan… comido.

 

De: “Ahora que ha llovido”



 

CARLOS FUENTES

 

  

Hay cosas que sentimos en la...

 

Hay cosas que sentimos en la piel, otras que vemos con los ojos, otras que nomás nos laten en el corazón.



 

CARMEN CAMACHO

 

 

Lloro de memoria.



 

CARMEN CANET

 

  

La sonrisa es una línea curva que hace más recto el camino.



 

 

 

domingo, 30 de enero de 2022


 

 


 

Romance de la casa del tío José

 

 

Casa del tío José
clavada junto al barranco;
dos puertas y una ventana
que miraban hacia el llano.

Agua fresca y cristalina
nacida al pie de un peñasco,
que venía por la acequia
hasta desgranar al patio,
sobre transparente alberca
en donde tomaban baño
las golondrinas, de día,
y por la noche, los astros.

Era una senda de flores
el caminito cuajado
de hortensias y enredaderas
helechos, salvias y cardos.

Por todos los corredores
materos con lirios blancos,
yedras, dalias, maravillas
y claveles matizados
y rosas de Alejandría
y margaritas y nardos.

El tío José, buen viejo,
trabajaba sin descanso
y quería su parcela
como deudo al camposanto.

Aquel apacible predio
era un frondoso milagro
sembrado de platanares,
de caña dulce, naranjos,
piñas, guayabos de leche,
de tamarindos y mangos.

Con los frutos se saciaba
la gula de muchos pájaros.
Por las tardes, a la casa
del tío José llegábamos
en caravana infantil
los chicos del vecindario.

Las nuestras cabalgaduras
eran caballos de palo.
Volteábamos el trapiche
y nos daban de regalo,
miel fresca en totuma negra
o en coco negro tallado.

Para tocar acordeón
el tío José era un mago,
y mí mamá que tenía
dedos menudos y sabios,
para pulsar la guitarra,
acompañaba a su hermano.

Dos pétalos de azucena
simbolizaban sus manos.

Casa del tío José
clavada junto al barranco,
allá me prendé una vez
cuando tuve dieciocho años,
de una provinciana dulce
como la miel de duraznos,
de piel rosada de nácar
y senos como de mármol.

(Del fuego de aquel amor
ni cenizas han quedado).

El tío José hace tiempos
qué se murió; lo enterraron
bajo la elástica sombra
de unos mustios pinos largos.

Y su mujer, que era buena,
como agua tomada en cántaro,
y que lo había seguido
por la vida, paso a paso,
se fue tras su compañero
por los senderos arcanos.

La casa del tío es hoy
imagen de desamparo:
Por las tapias agrietadas
trepan, medrosos y lánguidos,
como serpientes morenas
los bejucos estirados.

Seca está la alberca limpia
en donde tomaban baño
las golondrinas, de día,
y por la noche, los astros.

Ni yedras ni maravillas,
ni claveles matizados,
ni rosas de Alejandría
bajo el alero han quedado.
Casa del tía José
que un día me diste amparo;
perpetúo tu recuerdo
con este romance amargo,
que no verán las pupilas
ni recitarán los labios
de la provinciana dulce
como la miel de duraznos,
de cabellera ondulosa,
de pies finos y descalzas,
de piel rosada de nácar
y senos como de mármol.

 

TOMÁS VARGAS OSORIO

 

  

Linde

Vivía en mi corazón.
Poe

 

Cuando ni un pájaro podría
descifrar el breve distinto de la nube.
Cuando las hojas son metal hiriente
—esas que fueron frescas como labios—.
Cuando una imagen rompe el espejo de la fuente
(donde mojaron sus cabelleras mujeres ya sin alma).
Cuando las estrellas son hierba quemada y sin sonido.
Cuando las bocas han muerto y el silencio se alza
sobre sus lívidos cadáveres —¡el pávido silencio!—
como un musgo.
Cuando empiezan a caer los siglos —¡el pavoroso tiempo!—
entonces sólo tú, corazón, vives solamente.
De ti mismo vives. Solo.

 

CARLOS VÁSQUEZ TAMAYO

 

  

Eternidad

 

 

si las palabras, si el humo de las palabras,
si lo que el alma siente,
si el día que trae consigo la noche,
los húmedos labios, el verde y el frío y la negrura,
si el amor de unas manos y la devoción de unos dedos,
el futuro, el rayo, el ansioso pasado,
si todo, parsimoniosamente, va del ayer a otra parte
y el nunca y casi nunca lo mismo que el siempre,
si el dolor y la risa y el llanto,
el miedo y la infancia,
el fuego que anuncia la lluvia, el temblor de unos pasos,
el agua tímida que endulza las horas,
todo y dentro de mí lo que abrazo, mis pasiones y
mis dudas, si mi fragilidad y mi denodado esfuerzo de
durar, si todo eso y las hermanas y el amor y la noche,
el viento en el que creo como un hermano,
mi ser entero y mi fisura, mi vana sucesión y
sustancia, pregunta dónde va y dónde se queda.

 

 

SAMUEL VÁSQUEZ

 

  

Como perros satisfechos

“Mirarás un país turbio entre mis ojos”
Aurelio Arturo

 

Como perros satisfechos esconden los huesos
entre la tierra árida. Con su pezuña de oro escarban
las cenizas de los no-restituidos. He visto llorar al
caballo del flamigerado que no derrama café en su
galope. Madres enloquecidas de amor, la cal en su
corazón, abrazan fémures ajenos. No hay luz en las
cosas ni por encima de ellas y lo que ayer era exacto
no encuentra ahora una forma mansa donde posarse.
Del terror de la noche guarda la mañana, solamente,
sus tenis blancos. La muerte nos da en adopción a
sus hijos. La piedra arde en palabras insondables,
hay orgías en la cárcel y ataúdes mordidos por
termitas entre las madres de la candela. El dolor es
la única brisa de la acacia. Doy gracias a mi ira y a
la insana lucidez del alcohol.

Los inquisidores no han podido tirar a la hoguera
las palabras de fuego que arden en sus ojos.

 

 

JORGE ZALAMEA


 

Ofrenda

(Variaciones sobre un texto de Saint-John Perse: MARES: Las Trágicas vinieron…).

 

 

Depilamos las largas mechas de nuestras axilas de grandes leonas cautivas. El acre vello negro, rojo o rubio, o color de bellota calcinada, que nos adorna y mancha, depilamos!

Depilamos los tazones gemelos en que la lengua del Amante busca las salazones del deseo. De sus pilosas hiedras despojamos los pozos ocultos bajo nuestros largos brazos.

Para ofrecer intactas sus tibias, húmedas cavidades a las confesiones más secretas y a los sollozos más inesperados del hombre-niño que nos cubre y saquea.

Depilamos las largas guedejas encrespadas sobre la abertura mediana de nuestros cuerpos veleros. Nuestros furiosos vellocinos depilamos. Nuestras barbas secretas depilamos. Nuestros ocultos bucles depilamos como ofrenda la novicia sus trenzas olorosas a soledad, marchitas de soledad, entre el plañir del coro y el celoso mugir de los grandes órganos de enhiestas cañas de madera y oro.

Depilamos el sello triangular que marca y divide nuestras ingles puras; el sello triangular que encierra el ojo implacable que acosa en el desierto de los siglos al traidor fugitivo.

Los zarcillos de nuestra vid ofrendamos;
Las ondas de nuestro delta, ofrendamos;
Los rizos de nuestra proa, tan abundantes como los bucles en la testuz del joven búfalo, ofrendamos;
El zarzal que defiende nuestra entrada como la verja heráldica y poblada de abejas que custodia la casa, ofrendamos;
Las algas lucientes de cristales salinos que ocultan la escotadura de la vulva y la pulpa purpúrea del molusco tintorero, ofrendamos;
… ‘en el escudo sagrado del vientre, la máscara pilosa del sexo’, ofrendamos.

Para entregar, pulcra y sin mancha, nuestra tierna entraña al mudo furor del ariete, guarnecido de oro y con terca y torpe testuz de morueco, del impaciente dios salaz que nos cubre y saquea.

 

 


RAMÓN COTE


  

Los ojos suicidas



Un salto y sería la muerte
Carlos Drummond de Andrade

Un balcón con vistas a cualquier
parte, un inocente cuchillo
guardado en el cajón de la cocina,
una plácida almohada de plumas,
una avenida por donde pasan
carros a gran velocidad
y buses de vez en cuando.

O también
el fuego de la estufa,
el amplio ventanal de un cuarto piso,
esa corbata verde que cuelga al fondo
del armario, una vacía botella de cerveza,
una medicina con fecha de vencimiento
caducada.

Es suficiente un mínimo desajuste,
un mal día, la noticia de una enfermedad
terminal, un adiós definitivo, unas cuentas
imposibles de pagar,
para que todo lo que nos rodea
cambie de signo y nos señale
su parte oscura, nos muestre su porción peligrosa,
para que veamos el revés del ángel,
en su caída, para que a nuestro alrededor
todo se convierta en una invitación al exterminio.

Unas tijeras, un par de cordones,
un interruptor, un cilindro de gas,
una bolsa plástica del supermercado,
un martillo.
Y así sucesivamente.

La lista es interminable
para los ojos suicidas.

 

 



 

sábado, 29 de enero de 2022


 

ALMAFUERTE

 


 

¿Por qué no mandas?

 

 

Como al nacer el sol en el oriente

los negros lomos de la tierra inflama,

como Dios al mirar sobre los pueblos

de ansias de lo mejor llena las almas

en mis tinieblas

casi macabras,

como un rayo de sol fue tu sonrisa,

fulguración de Dios fue tu mirada.

Como brilló una luz en el desierto

para salvar a una nación esclava,

como cruzó una estrella los espacios

al comenzar la redención humana,

respladecientes,

a llamaradas,

surgieron, en mi senda, tu sonrisa

y en mi noche angustiosa, tu mirada.

Como el riego copioso de la nube

las duras glebas del erial ablanda,

y los aíres impuros purifica

del polvo impuro que su azul empaña,

lluvia de oro,

sonora y franca,

humedeció mis penas tu sonrisa,

purificó mis besos tu mirada.

Como el endeble cráneo de los hombres,

a pesar de caber en sus dos palmas,

la inmensidad del universo encierra

y sus ruines paredes no se rajan;

así el parvo

duomo de mi alma,

está como la aurora tu sonrisa

¡como todos los orbes tu mirada!

Cómo pájaro y flor en las agrestes,

pavorosas llanuras desoladas,

son retoques audaces que proyectan

vida, valor, perfume, resonancia:

en mi solemne,

desierta pampa,

como cántico y flor fue tu sonrisa,

como cántico y flor fue tu mirada.

Como pugna una fuerza prodigiosa

detrás de cada sol y cada larva,

en las moles del mar y del rocío,

en el grano de trigo y la montaña;

tú no me tocas,

tú no me hablas,

y eres la sola vida de mi vida,

su voluntad, su numen, su palanca.

Como en la plena luz del mediodía

semejan un incendio las cañadas,

y a los oblicuos rayos de la tarde

tranquilos mares de bruñida plata,

sol de virtudes,

astro que ama,

tú, sobre todos mis dolores juntos,

las ilusiones de tu luz levantas.

Como al Señor querría el Angel malo,

si el Señor le volviese la esperanza

y en el vacio enorme de aquel odio

la enormidad de su perdón volcara,

así a raudales,

así a cascadas,

se ha inundado mi pecho de un cariño

que por cielos y tierras se derrama.

Cariño universal que me transporta

más aláa de mis dudas y mis ansias,

que me impone surgir del horizonte,

limpio de mis pasiones y mis lacras,

como penacho

de ardientes llamas

que hubiera puesto Dios sobre mi testa,

para darme el dominio de las almas.

Cariño que refunde mis potencias

en la sola potencia sobrehumana

de sentir nada más que lo sublime,

de llorar nada más que por las alas

¡virgen del cielo

llena de gracia

que bajas a gemir con los humanos

y has hecho de mi espíritu tu alcázar!

Allí estarías como la sola dueña,

allí serás la sola soberana:

como siguen los astros a los mares

tú regirás mis ondas tumultuarias.

Reina absoluta

¿porqué no no mandas?

¡yo haré que todo el mundo conmovido

se postre de rodillas a tus plantas!

¡Y te daré de mí gloria una diadema,

de mi mente una túnica de grana,

de. laureles y aplausos una alfombra,

de mi pecho y mi sangre una muralla:

porque yo tengo

virtud en mi alma,

para llenar de admiración los siglos

si una mirada tuya me lo manda!

  

Nota: Almafuerte seudónimo de Pedro Bonifacio Palacios

 

JULIO VICUÑA CIFUENTES

 


En el tiempo de ahora

 

 

Si ya en mi jardinillo
no florece el almendro,
ni desbordan las rosas
por las tapias del huerto,
otoñales racimos
me dan el vino nuevo
de sabor agridulce,
como el néctar del beso
en labios juveniles,
rojos, húmedos, frescos.
Y en mis venas se encienden
primaverales fuegos,
y olvido las palabras
que siempre está diciendo
ese Otro yo que habita,
no sé dónde, en mi cuerpo:
-No tan aprisa. Modera el paso,
corazón,
que del camino ya trecho escaso
resta a mi vida. ¡Modera el paso,
corazón!
Corto la rama inútil
y la tierra renuevo,
por mejorar el fruto
que aun rinde el Árbol viejo.
Con antiguos cantares
en las noches me aduermo,
y con versos de ahora
mi espíritu desvelo.
Intensamente vivo
la vida, en lo que puedo,
sin que rebose el vaso
en fútiles excesos.
Y evito oír las voces
de ese Otro yo o discreto,
que desde su escondrijo
está siempre diciendo:
Quedo, más quedo; no muevas ruidos,
corazón.
No me desveles con tus latidos,
que tengo sueño. ¡No muevas ruidos,
corazón!

 

 

PABLO ROMAY

 

  

El silencio del sueño 

 


Comienzo a despertar,

apenas,

salgo,

surjo,

de esa obscuridad

longitud callada

prolongada paz.

Letargia de muerte

de descanso eterno

espiritual, anímico

silencio reposante

sosiego del sueño.

Y comienza el murmullo

el zumbante dialogo interior

los pensamientos imparables:

mosquitos irreductibles del despertar.

Como corriente eléctrica generada en la cabeza,

bobina que se enciende,

el día es alumbrado.

No es el sol, es la electricidad generada por pensamientos

el ir y venir

elucubraciones del yo…

(no me hables)

(como el diálogo inevitable de mi madre)

-qué hora es-, -tengo que hacer-, dijo que-.

El juez, el rigoroso juez comienza,

el ruido,

el ruido de mi mismo.

¡Calla, deseo callar, que se calle!,

dormir, cerrar los ojos,

deseo regresar al silencio,

la blancura muda,

la larga paz,

vivir en el instante eterno,

aquí y ahora ilimitado,

 

Iluminarme.

 

 

GARY SNYDER

 

  

Música de agua corriente ii

 

 

Clara corriente
clara corriente
Tu agua es luz
para mi boca
Y una luz para mi cuerpo seco
tu fluir
Música,
en mis oídos, libre,
¡Fluyendo libre!
Contigo
en mí.

 


De: “Regarding Wave”

 

 

JOSÉ MIGUEL VICUÑA

 

  

Cantiga



Besa el muro la hiedra (bella ausente,
beso tu corazón dormido).
Mana sangre la tarde.
El musgo, sobre la piedra fría.
Te detiene la gruta.
La mano desespera:
traba sollozos en sus dedos.
Cisterna,
negro pozo de linfas cristalinas.

 

 

JULIA NADAL BARRERAS

 

 

 

Sígueme

 

  

Todos piensan

que es mentira,

pura fantasía de poeta.

 

Cuantas veces lo dije,

que no era yo,

pero nadie me creyó.

 

Hasta hace poco yo,

también lo era,

una incrédula,

una ilusa.

 

¡Por eso, no me extraña

que dudes,

que no me creas!

 

¡Si tú supieras!

Pero no tengo palabras,

ya no las hay,

no sé qué más decir.

 

Solo digo,

¡pero no pido!

sígueme, déjate llevar,

algo te trajo hasta mí,

por algo será.

 

Quizás solo quizás,

algo en claro sacarás.

 

Pero lo que es seguro

que nada perderás.

 

 

viernes, 28 de enero de 2022


 

JORGE ETCHEVERRY ARCAYA

 


 

Alma en la cuna

 

 

La guagua en su cuna
(que así se llama)
con los ojos todavía de color incierto
el pelo que cambia de matiz todos los días
se apresta desde su cuerpecito y mente seminales
a apropiarse del mundo de afuera
y el de dentro
primero la mamá y el papá
que aprenderá a nombrar
y a controlar
y así seguirá ese camino que todos recorremos
manipulando los primeros juguetes
borroneando papeles con lápices de cera
si todavía existen
volviendo la cabeza hacia el tintín de los primeros cascabeles
si todavía se usan
así iremos interpretando los que nos quiera decir
u ordenar
con los movimientos sincronizados de manitos y patitas
para irnos haciendo girar
en torno a la cuna
mientras aprende a expresar sus deseos
que son órdenes
ejercitando el encanto de los mamíferos jóvenes
qué mamíferos
de todos los animales chicos
que por un plazo breve o eterno
sobreviven haciendo girar a los adultos a su alrededor
hasta que brotan sus patitas o las definitivas alas
y se echan a volar

 

 

LUDWIG ZELLER

 

 

 

Cuando el animal de fondo sube la cabeza estalla

 

 

Hoy vienen los fantasmas y en la mesa que gira
Veo crecer las flores bajo el llanto sediento
Del ojo que en el centro del plato está mirando
La alcuza con su aceite y su escorpión.

Los días se cerraron de repente, crecieron grandes hojas
Como piel de leopardos al acecho, preguntaron
Mi nombre en arameo, quebraron las botellas
De centellas heladas, esos restos de amor que pule el mar.

Seguramente está de más, dijeron. Equivocó el reloj
Sus engranajes, voltearon de revés esas poleas
Y entre animales vago –ser de sangre caliente–
En los caminos, muerdo sobre los frenos, soledad.

¿Se apagó el sol? pregunto. Los niños lloran
Y de las cuatro esquinas siento subir burbujas
Que relamen sin tregua los tablones, los bordes macerados
De aquél Arca, bajo un palio de fiebre va el carbón.

No quiero ver quebrarse la guitarra
No quiero ver subir la marmita
Aquél ojo con garras que pregunta de nuevo
Si dos y dos son cuatro, si las aguas hirvieron de verdad.

¿Dónde estamos queridos? Las arenas de insomnio se levantan,
Juntemos los juguetes del terror, encendamos la mecha
Que parta en dos la luna y esperemos mil años…
Mi calamar
Mi madre entre la tinta empieza de repente a sollozar.

 

PATO VALDIVIA

 

  

Del pozo de mis sueños

 

 

Voy a beber del pozo de mis sueños
quiero buscarte en mis recuerdos
y mi sed que retome la piel de tu cuerpo
voy a beber del pozo de mis sueños.

Yo sé está despierto ese amor mío
tal vez oculto en tu cintura
cual amante te acecha mi fresco delirio
yo sé que está despierto ese amor mío.

Y vuelve
tu encanto
los días sin horas
me envuelve tu aroma
tus besos me queman
voy a beber del pozo de mis sueños.

La soledad no existe en estos días
mi corazón viajero ya se encamina
como una estrella que tu pecho ilumina
la soledad no existe en estos días.

 

 

OLIVER WELDEN

 

 

Voces en un cementerio sueco

 

 

Las voces confundidas con el crujido de las hojas
bajo mis zapatos por los senderos entre las tumbas
una mañana de domingo y madreselvas
en un cementerio solitario, eran antiguas
como las lápidas: Gunilda Nilsson 1818 -decίan-
Johan Gadd 1825 Olaus Söderling 1816 -decίan-
decίan las voces en la piedra y en el musgo oscuro,
foráneas y desconocidas para mί el extranjero,
Behrens 1854 Ohlson 1823 Göransson 1827,
y sin embargo en ellas pude reconocer las voces
de los que una vez amé y enmudecieron,
como el sonido de las hojas bajo mis zapatos
que se apaga mientras me alejo entre las tumbas.

 

 


GARY SNYDER

 

  

El llamado de lo indomable

 

 

*

El pesado viejo en su cama por la noche
Oye cantar al Coyote
en el monte lejano.
Todos los años de ranchero y minero y leñador.
Un católico.
Un nativo californiano.
y los Coyotes aúllan en su
Octogésimo año.
Mañana,
Llamará trampero
Al gobierno que usa el hierro contra los Coyotes.
Mis hijos van a perder esta
Música que ya comenzaban
A querer.

*

Los exácidos de las ciudades
Convertidos al Gura o Swami,
Hacen penitencia con lustrosos
Pesados ojos, y dejan de comer carne.
En los bosques de Norteamérica,
La tierra del Coyote y el Águila,
Sueñan con la India, de
dichosas y eternas alturas asexuadas.
Y duermen en cúpulas geodésicas
Calentadas con petróleo,
Adheridas como verrugas
En los bosques.
Y ahuyentan el canto del Coyote
pues temen
el llamado
de lo indomable.

Y vendieron sus cedros vírgenes,
los árboles más altos en millas,
A un leñador
que les dijo,

"Los árboles están llenos de bichos".

*

El gobierno decidió finalmente
Emprender la guerra a más no poder. La derrota
es antiamericana.
Y la emprendieron por aire,
Con ellos sus mujeres
peinadas de crepé
ponían esmalte de uñas en los
disparadores.
Y nunca cayeron
ya que se les hizo
que el piso
era procomunista. Y sucio.
Y los insectos pactaban con el Viet-Cong.

Así que bombardearon y bombardearon
Día tras día, sobre el planeta
cegando gorriones
rompiéndole los tímpanos al búho
astillando troncos de cerezos
enrollando y atascando
los intestinos del venado
en las rocas abatidas y polvosas.

Todos estos americanos en ciudades especiales allá
en el cielo
Arrojando venenos y explosivos
Por Asia primero
Y después por Norteamérica,

Una guerra contra la tierra.
Cuando concluya no habrá
lugar

Donde un Coyote pueda esconderse.

envío

Me gustaría decir
Que Coyote está para siempre
en ti.

Pero no es cierto.

 

De: “Turtle Island”

 

 

IGNACIO VERDUGO CAVADA

 

  

el organillero

y al volver al conventillo
donde jamás entra el sol
bajo la luz de un farol
llora, llora el organillo.
una manta, ya sin brillo,

lo cubre con tierno afán,
y parece el ademán
de cada harapo que cuelga,
o una bandera de huelga
o un brazo que pide pan…

 

 

 

jueves, 27 de enero de 2022


 

JANE DURÁN

 


 

En los cuadros de Edward Hopper

 

 

¿Podemos detenernos aquí?
En la gasolinera
el medidor está en cero.

Por toda la lavada
calle —hay que adivinar
lo que está sucediendo
tras las ventanas abiertas.

Un rostro se desvía de otro rostro
arrastrado al resplandor
que un pueblo chico
se atreve a soportar.

Los ojos pueden llenarse de lágrimas.
Del bosque podría surgir un lobo
con toda la intención.

Minamos nuestras fuerzas
rastrillando hojas, con un café,
en una habitación por esa noche
o sentados calladamente

hasta el amanecer. Las casas
retoman sus antiguas posiciones
en el viento.

De golpe el soltarse de los abetos,
el decoro de nuestras vidas.