En
el tiempo de ahora
Si
ya en mi jardinillo
no florece el almendro,
ni desbordan las rosas
por las tapias del huerto,
otoñales racimos
me dan el vino nuevo
de sabor agridulce,
como el néctar del beso
en labios juveniles,
rojos, húmedos, frescos.
Y en mis venas se encienden
primaverales fuegos,
y olvido las palabras
que siempre está diciendo
ese Otro yo que habita,
no sé dónde, en mi cuerpo:
-No tan aprisa. Modera el paso,
corazón,
que del camino ya trecho escaso
resta a mi vida. ¡Modera el paso,
corazón!
Corto la rama inútil
y la tierra renuevo,
por mejorar el fruto
que aun rinde el Árbol viejo.
Con antiguos cantares
en las noches me aduermo,
y con versos de ahora
mi espíritu desvelo.
Intensamente vivo
la vida, en lo que puedo,
sin que rebose el vaso
en fútiles excesos.
Y evito oír las voces
de ese Otro yo o discreto,
que desde su escondrijo
está siempre diciendo:
Quedo, más quedo; no muevas ruidos,
corazón.
No me desveles con tus latidos,
que tengo sueño. ¡No muevas ruidos,
corazón!
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