"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
sábado, 30 de abril de 2022
HEBERT ABIMORAD
Magnificencia
había
magnificado hasta las pequeñas cosas
que a mi regreso
casi no pude entrar por la puerta
LUIS CARLOS LÓPEZ
¡Adiós…!
…Abandoné mis lares
marcando rumbo hacia
remotos climas
NÚÑEZ
DE ARCE
¡Adiós,
rincón nativo! Me voy y mi pañuelo
parece una ave herida que anhela retornar,
mientras singla el piróscafo, bajo el zafir del cielo,
cortando la infinita turquesa de la mar.
¡Nunca
podré olvidarte, noble y heróico suelo
de mis antepasados!… No te podré olvidar
ni aún besando a una chica que sepa a caramelo;
ni aún jugando con unos amigos al billar…
¡Pero
al imaginarme que yo no pueda un día
tomar a tu recinto, con qué melancolía
contémplote a lo lejos, romántico rincón!…
Porque,
¡ay! todo es posible, no exótico y extraño,
si el destino de pronto me propina un buen baño
para darle una triste pitanza a un tiburón.
CECILIA VICUÑA
Amada amiga
Las
personas que me visitan
no imaginan
lo que desencadenan en mí.
C. no sabe que sueño
con acariciarla
sin que me vea
mientras le echa dulce de camote
al pan parece que juega
con cálices y piedras sagradas,
el modo como levanta la mano
para llenar el cuchillo
de mantequilla
es un gesto
donde los mares hacen equilibrio
donde las mujeres que tienen frío
se solazan.
Tiene oleajes y consecuencias
como una línea en el radar.
Cuando se levanta la falda
para mostrarme el calzón plateado
veo grupos ondulantes de caderas
que repiten la redondez
y la perfección
hasta alcanzar una estridencia grande.
Anhelo
que no se mueva demasiado
par a alcanzar a vivir en ella
a respirar y dormir
en esas planicies.
Está tan oscuro el muslo
tan brillante el pelo
que parece habla en otro idioma.
Lo que digo es tan torpe
pero cómo voy a decir:
“Eres tan hermosa”
“Me alegro tanto
de que hayas llegado.”
Cuando subo el libro del Renacimiento
donde vemos primitivos italianos
quisiera decirte:
“En esta ciudad te encuentro”
“Tú eres esas colinas”
“Tú las pintaste.”
Tus dedos son iguales
a la curva de las aletas
de la sirena
representada en la alegoría.
Pero no es exactamente esto.
Tú eres de un país con ciudades
de Lorenzetti.
Tú y yo alguna vez
volveremos a esa ciudad.
No
sufras porque en este cuadro
dos mujeres se acarician
yo alguna vez te acariciaré.
No te preocupes de que estés envejeciendo,
tú vas a otra clase de tiempo
y yo también.
Aliméntate del relato que me haces
de la copa de vino
cruzando el umbral.
Aliméntate y enjóyate,
no dejes de soñar con el cuadro.
del maestro de Fontainebleu
donde una mujer
le toma a otra un pezón:
durante épocas enteras
nadie soltará tu pezón.
Quiero
sufrir
enterrarme en ti,
ahorcarte y hacer un hoyo profundo,
donde te empiece a tapar la tierra
lentamente y ver tus colores
pudrirse bajo el café.
¿No te gusta tanto la combinación
de violeta y café?
No
quería hablarte de la muerte
pero ya que la temes tanto
¿cómo no voy a hablar?
Es escaso el tiempo
que tenemos para vernos
y conversar.
Me gustaría ser hombre
para seducirte y obligarte
a que abandones tu casa
y te olvides de todo,
pero esta idea no me gusta.
Separados y solitarios
los hombres siempre están fuera
y nada necesitan con más urgencia
que estar dentro,
probar alguna tibieza,
altas y bajasmar.
Estoy
cansada de ti
de tus resistencias
y conciencias.
Nunca te dejas llevar,
me gusta más que no lo hagas,
cuando lo haces
parece que el corazón te va a estallar
te va a florecer
te va a doler.
Es
mentira que me haya cansado.
Es de mí que me canso.
Deseo verte nada más
que te enamores de otros
y nunca te apercibas de mí.
Cuando
te vistes con camisa de franela
y calcetines de lana
por una semana
y te afeas y avejentas
para morir un poco
quiero estar cuando resucites
y sea una gloria de ojos húmedos
y oscuros.
Quiero
ser un indio
que está escondido en las montañas
y nunca viene a las laderas
porque todo le duele.
JOAQUÍN CIFUENTES SEPÚLVEDA
Mi jardín encantado
La
mire dolorosa y sentí dolorosa
y la viví en un sueño blando de eternidad.
Para mí fue la espina y para ella la rosa.
¡Rosa tan espinuda nunca vi en mi heredad!
Todo
fue una mirada y otra y otra mirada…
mis labios no pudieron rebelar lo indecible.
En mis ojos ingenuos el imposible hablaba
y ella miro a mis ojos y no oyó al imposible.
Del
jardín encantado que hice en mi soledad
y que ella perfumaba con la dulzura inquieta
de su andar silencioso lleno de gravedad,
ella cogió la rosa y yo por ser poeta
recogí sólo espinas y más espinas, más…
¡Rosas tan espinudas nunca vi en mi heredad!
LUIS ROGELIO NOGUERAS
Ama al cisne salvaje
No
intentes posar tus manos sobre su inocente
cuello (hasta la más suave caricia le parecería el
brutal manejo del verdugo).
No intentes susurrarle tu amor o tus penas
(tu voz lo asustaría como un trueno en mitad de la noche).
No remuevas el agua de la laguna no respires.
Para ser tuyo tendría que morir.
Confórmate
con su salvaje lejanía
con su ajena belleza
(si vuelve la cabeza escóndete en la hierba).
No rompas el hechizo de esta tarde de verano.
Trágate tu amor imposible.
Ámalo libre.
Ama el modo en que ignora que tú existes.
Ama al cisne salvaje.
FRANCISCO MADARIAGA
Tembladerales de oro
In memoriam Alfredo
Martínez Howard
El
dolor ha abierto sus puertas al agua de oro del oro que
arde contra el oro el oro de los ocultos tembladerales
que largan el aire de oro hacia los rojos destinos
pulmonares con el acuerdo de los fantasmas de oro
coronados por los juncos de oro bebiendo los
caballos de oro los troperos de oro envueltos en los
ponchos de oro -a veces negro a veces colorado
celeste verde- y el caballero que repasa las lagunas de
los oros naturalmente populares el que se embarca
en las balsas de oro con todos los excesos de
pasajeros de oro que manejan los caballos de oro con
los rebenques de oro bebiendo en la limetilla de oro
del barro de oro de los sueños de los frescos del
oro entre la majestad de las palmeras de oro y de los
ajusticiados y degollados en las isletas de oro bajo de
yacarés de oro del oro del Amor
viernes, 29 de abril de 2022
AURELIA CASTILLO DE GONZÁLEZ
¡Victoriosa!
¡La
Bandera en el Morro! ¿No es un sueño?
¡La Bandera en Palacio! ¿No es delirio?
¿Cesó del corazón el cruel martirio?
¿Realizose por fin el arduo empeño?
¡Muestra
tu rostro juvenil, risueño,
enciende, ¡oh Cuba!, de tu Pascua el cirio,
que surge tu bandera como un lirio,
único en los colores y el diseño!
Sus
anchos pliegues al espacio libran
los mástiles que altivos se levantan;
los niños la conocen y la adoran.
¡Y
sólo al verla nuestros cuerpos vibran!
¡Y sólo al verla nuestros labios cantan!
¡Y sólo al verla nuestros ojos lloran!
HORACIO CASTILLO
Arte poética
Soltar
la lengua, de manera que no trabe el producto
que viene desde adentro, impulsado
por una fuerza superior
y el hábil juego de riñón y diafragma;
insistir presionando los músculos
como para expulsar
un caballo o un cíclope;
repetir el procedimiento
provocándolo inclusive con los dedos
o una materia acre,
hasta quedar vacío, sólo reseca piel,
odre para colgar del primer árbol,
extenuada matriz de lo volátil, acaso de la luz.
ZÉNO BIANU
Lengua sobre lengua
(sobre las “epifanías” de Claudine
Bertrand)
abandona
el crepúsculo
deja
que se hunda tu voz
lejos de los dioses celosos
bríndame
tu penumbra
la
muerte
nunca viene de fuera
tú
la guardas en ti
como un continente sepultado
tú
buscas la pátina
no el brillo
infatigable eternidad
el
espacio de un nacimiento infinito
una verdadera respiración
Dios
es un bebé que duerme
confianza
confianza ilimitada
en el instante
el
mañana
es siempre la muerte
dejémonos
habitar
seamos atravesados
tornémonos al fin porosos
las
tumbas están siempre vacías
para los de los ángeles
prefiere
el mundo
es un diamante febril
allá
donde todo es verdadero vértigo
allá
donde sólo tú lees el universo
yo
camino
al margen de tus palabras
es
aquel bosque de inspiraciones
lo reconozco
donde
uno viene a vestirse de voz
para sostener el mundo
donde
tú buscas
tu núcleo de rebeldía
para
temblar justo
resonar cortante
luminoso
doloroso
luminoso doloroso
llega
la noche
tú dices
la garra de la palabra
el sexo de la voz
te
deslizas
al interior de un vocablo
ves
el nacimiento del mundo
hay
una brecha
en tu rostro
una
presencia tangible
lejos de los simulacros
una
brecha
que me revela
yo
tomo tu cielo
como una mano tendida
pongo
fin a tu ceguera
detengo tu cuenta regresiva
te
veo
encuentras tu apoyo
sobre la tierra
con tus manos de noche
tus
palabras vienen a mi boca
ARMANDO RUBIO HUIDOBRO
Fotografía
Si
la vida consiste en poner caras
pondré unos ojos dulces
y labios sonrientes,
para que Dios, fotógrafo en las nubes,
complete su álbum familiar.
GONZALO ARANGO
Revolución
Una
mano
más una mano
no son dos manos
Son manos unidas
Une tu mano
a nuestras manos
para que el mundo
no esté en pocas manos
sino en todas las manos
TERESA AMY
Palabras en la Estudiantina
I
a Eduardo Faget, in memoriam
¿baila?
–
y adelantás el cuerpo
para que no me niegue
tensa percibo
olor a brea mezclado con perfume
un cuello de camisa clara, mangas cortas
vestido a lo paisano, pienso,
y Xandre que había dicho
arrastrando con un dejo de envidia:
“la gente de zapatos blancos
baila bien”
miro la llama de la vela, arriba
en la capilla cavada en la pared
no es momento de pensar, pienso,
quién habrá ofrecido ese conjuro
para atraer qué sed
(esta noche voy a preguntarle
a Eduardo);
ponés las manos impacientes
en la mesa,
me levanto y estiro la falda
en la cadera:
en cuanto a vos
no te mimetices nunca,
me gustan a muerte tus zapatos.
jueves, 28 de abril de 2022
HEBERT ABIMORAD
El viento
El
viento golpea
Mi cara desnuda/ Una y otra vez
Encojo mis hombros/ Frunzo mi boca
El viento golpea/ Una y otra vez
A la distancia/ Una brisa
Cálida y sonora/ que se detiene
En el viento frío
Que golpea mi cara/ Una y otra vez.
LUIS CARLOS LÓPEZ
A Lulú
De
seguro que cuando llegue la Noche Buena
te miro en la plazuela del barrio pastoril,
danzando —¡oh, del villorrio futura Magdalena!—
al triste y soñoliento ritmo pastoril.
Te
veré con el cura de la panza rellena,
cebado entre la carne feligrés mujeril,
tomando chocolate, comiendo berenjena,
pasteles y capones con ajo y perejil.
Y en
la misa del Gallo, como un ser inocente,
masticarás tus rezos ante el mártir doliente
que viste taparrabo sobre un madero en cruz,
mientras
que el managuillo, recorriendo la ermita
con un dedal de trapo puesto en una varita,
va pidiendo limosnas para el niño Jesús…
CECILIA VICUÑA
Iluminarme con mis propias luces
Naciste
del cruce
de tu madre con la muerte,
ni siquiera en la infancia
habrás sido rosada.
Los que hacen el amor contigo
creen que nunca regresarán
que se van a hundir
que les vas a tejer
una tela húmeda en la espalda
y como es probable
que tengas conexiones
con la boca de los volcanes
por ahí tirarás a tus amantes
y si ellos se liberan
es porque te compadeces.
Te
tengo miedo
porque no puedes mirarme
como yo te miro
no puedes amarme
como yo te amo
no puedes ni siquiera
desear acariciarme
y vivir algún tiempo conmigo
haciéndome peinados góticos
o pidiéndome que revuelva el té
con la punta de mi pezón.
Tu
lado humano
no está a la altura
de tu lado bestial.
Algunos te imaginan dueña
de regiones orgullosas
y llenas de daño,
pero los que te han visto
con fiebre
o en épocas de menstruación
te aman muy en contra
de tu voluntad,
si es que tienes voluntad.
Solamente una intensidad
le da poderes a tu vida
y la muerte se ve acabada
por fuentes peludas
y calientes miradas
Qué
daría la muerte
porque no tuvieras
esos ojos redondos
ni esos senos
ni esos muslos
ni esos tobillos
para dominarte
envolverte y guardarte
de una vez por todas.
JOAQUÍN CIFUENTES SEPÚLVEDA
El momento rojo de Chile
Me
dices: “Ya no me escribes, ¿estás enfermo?”.
No estoy enfermo, amada, pero sí estoy muy triste,
una angustia tremenda me está mordiendo el alma
y la palabra mía ya no se oye en la noche.
Aquí,
junto a esta piedra donde inclino la frente
miro mi vida inútil, tal un molino en ruinas.
Ya en sus aspas el viento no enreda sus caprichos.
Horizonte rasgado por la oscura cuchilla
de una garra rampante, ya mi vida no vuela:
esclava de la suerte se golpea en la roca,
cae rendida, rueda, no se levanta, muere.
¿No ves que ya no puede la pobre con sus gritos?
Cómo
escribirte, amada, si hay vergüenza en mi rostro,
si mis manos se crispan y el dolor me enrojece:
nuestra casa, la casa donde jugamos libres,
donde cantamos libres, donde libre te amaba
ya no está, como entonces, alegre ni está sola.
La han invadido extraños que me muestran los dientes.
Con
cadenas de fuego me sujetan los brazos.
Estoy solo, en la noche, ciego, estoy como herido.
Pero la voz me salta como un chorro de espumas,
canta en mis sangraderas una canción de espanto.
Tú,
como una esperanza blanca en mi tarde lenta,
así, pequeña y dulce, débil como un recuerdo:
tu mano como un bálsamo en mi frente, tus ojos
como un lago austral donde estoy yo y el cielo.
Tiendo
sobre la huella de los soldados
mi cuerpo, como un himno a la tierra nueva.
Tú
de rodillas, símbolo, cúbreme con tus alas,
que no vean la angustia de mi boca apretada,
la fiebre de mis sienes, la herida de mi rostro,
la nieve de mis sueños hollada por la infamia,
la llaga de mi espíritu derrotado y confuso…
Cuando
muera, tú debes gritarle al extranjero:
¡he aquí al poeta en el momento rojo de Chile!
LUIS ROGELIO NOGUERAS
El entierro del poeta
A Víctor Casaus
Dijo
de los enterradores cosas francamente
impublicables.
Blasfemaba como un condenado
y a sus pies un par de águilas lloraban pensando
en las derrotas.
En el entierro estaba Lautréamont,
yo lo vi desde mi puesto en la cola:
dejaba el sombrero al borde de la tumba
y cantaba algo triste y oscuro
(lloraba honradamente, ya lo creo, y los
caballos devoraban higos en silencio).
Hubo discursos,
sonrisitas de Rimbaud junto a la cruz,
paraguas abiertos a la lluvia como
a él le hubiera gustado.
Hubo más:
hubo viernes y
canciones funerarias,
palomas que volaban sin sentido, como niños,
versos oscuros,
la hermosa voz de Aragón,
suicidios deportivos de Georgette y nunca más
y hasta siempre.
A la hora más triste del asunto
no quería bajar porque decía que allí estaba
oscuro.
Pero estaba muerto y hubo que bajarlo.
Los sombreros abandonaron las cabezas,
se alzaron copas, adioses, letreros de nunca te
olvidamos.
(Un joven poeta a mi derecha le mesaba las
rodillas a la muerte).
Lo bajaron.
Se aplaudió en forma delirante;
la gente corría como loca asumiendo lo grave
del momento.
Lo bajaban.
Las mujeres lloraban en silencio
porque bajaban las águilas, los sueños, países
enteros a la tierra.
Se intentó una última sentencia:
Nerval se acercó con una tiza y escribió con
letra temblorosa:
Su cadáver estaba lleno de mundo.
Desde el fondo, Vallejo sonreía sin descanso
pensando en el futuro,
mientras una piedra inmensa le tapaba el
corazón y los papeles.
FRANCISCO MADARIAGA
Lágrimas de un mono
Yo
quiero cautivar tu desesperación, oh mono
adiós.
Tiemblas tanto en tus islas negras, oh mono
adiós.
En los embarcaderos el color encendido en tus
ojos tiene tanta fe.
Oh mono, retén el equilibrio de tu asombro.
Yo ya tiemblo en tus islas, mono adiós.
Tu odio virginal es idéntico a cuando se cruza
mi alma con el mundo.
miércoles, 27 de abril de 2022
AURELIA CASTILLO DE GONZÁLEZ
El Ruiseñor y el Loro
En
casa de un famoso pasajero
un lance vi que referirte quiero,
porque algo provechoso me ha enseñado
como verás después, lector amado.
Olvidando que estaba entre prisiones,
cantó un mirlo con suaves inflexiones;
que así los males la inocencia olvida
y su candor feliz presta a la vida.
Al terminar los ecos peregrinos,
de aprobación se oyeron dulces trinos,
y exagerando la alabanza un loro,
-¡Magnífico!, exclamó, ¡qué pico de oro!
Poco después un cuervo macilento
sus lúgubres granznido lanzó al viento,
y de las aves todas sólo el loro
-¡Soberbio!, prorrumpió, ¡qué pico de oro!
Luego del ruiseñor la voz divina
al silencioso público fascina,
cuando del loro el entusiasmo estalla
y exclamando: -¡Qué pico…! -¡Calla, calla!,
le dice el aplaudido con premura,
¡reserva para el cuervo esa figura!
Y todos los presentes en un coro
a guisa de sermón dicen al loro:
-Alabanzas que a todos se prodigan
ni nada valen ni a ninguno obligan.
HORACIO CASTILLO
Tren de ganado
Somos
inocentes, gritábamos desde los trenes.
¿Era de noche o de día? ¿Estábamos vivos o muertos?
Asomados por el tragaluz mirábamos la inmensa llanura.
De pronto un mugido nos traía el recuerdo de Ifigenia
y volviéndonos hacia nuestros hijos los apretábamos contra el pecho.
¿Qué es aquello? El sol. ¿Qué es aquello? Una nube.
Habíamos olvidado el color del mar, el olor de la lluvia.
Los que sabían de estrellas habían olvidado sus nombres
y les dábamos los nombres de nuestros hijos para orientarnos al regreso.
¿Qué es aquello? Un árbol. ¿Qué es aquello? Un río.
Y un canto gregoriano se elevaba a nuestro alrededor,
hablaba por todos los destinados al sacrificio.
Somos inocentes, gritábamos desde los trenes.
¿Era de noche o de día? ¿Estábamos vivos o muertos?
La leche se había agriado en los pechos de las madres,
peinábamos nuestro cabello y se convertía en ceniza.
¿Qué es aquello? Un pájaro. ¿Qué es aquello? Una piedra.
Y bajando la cabeza ocultábamos nuestro rubor,
cortábamos en silencio las uñas de los muertos.
Somos inocentes, gritábamos desde los trenes.
¿Era de noche o de día? ¿Estábamos vivos o muertos?
Bebíamos al atardecer el vino de los ciegos,
soñábamos todavía con un bosque de orquídeas.
¿Qué es aquello? Arena. ¿Qué es aquello? Niebla.
Y la vida escapaba como un murciélago entre las sombras
y nos dormíamos con una inusitada mansedumbre en la mirada.
Después nuestros ojos se volvieron como los ojos de las estatuas,
miramos nuestras manos y había desaparecido la línea de la vida,
y desde la estiba se elevó el ronco yambo
gimiendo por ti, por mí, por todos nuestros compañeros.
Sólo quedaron detrás nuestro líneas etruscas,
cantos de cera navegando hacia el sol,
y a nuestro lado siempre tú, piadoso coro,
tú, alma mía, vaca coronada de nardos y violetas.
ZÉNO BIANU
Invocación
Enfurécete,
enfurécete ante la muerte de la luz.
Dylan
Thomas
el
cielo se apaga
los ojos se iluminan
no
nos perdones nada
cuando
la muerte
no acaba
de expulsar la vida
cuando
el cuchillo
de la noche fría
rebana el arcoíris
no
perdones nada
a los hombres consumidos
de crepúsculo
ven
a descarnar la herida culminante
la ardiente inquietud
de soledad
la
imantación
entre
la herida y la cura
entre
la ceniza errante
y la lengua de los ángeles
por
la gracia de un corazón
al fin despedazado
séanos
posible agrandar
el abismo que duerme en ti
no
nos perdones nada
ARMANDO RUBIO HUIDOBRO
Monedas
Engominado,
pulcro,
penetro en las iglesias
altivamente cirio
con mi cara de hostia
dominguera.
Y me
arrodillo,
y me confieso, y me persigno,
y regreso a la calle
para comprar barquillos
con monedas hurtadas al abuelo.
GONZALO ARANGO
La salvaje esperanza
Eramos
dioses y nos volvieron esclavos.
Eramos hijos del Sol y nos consolaron con medallas de lata.
Eramos poetas y nos pusieron a recitar oraciones pordioseras.
Eramos felices y nos civilizaron.
Quién refrescará la memoria de la tribu.
Quién revivirá nuestros dioses.
Que la salvaje esperanza sea siempre tuya,
querida alma inamansable.
TERESA AMY
Noche representada
no
era el momento de velarme:
yo estaba cansada y me arrollé
debajo de una manta después de
un día complicado con
el caso genitivo En la otra punta
de la casa ásperas las copas de pie
en las que habíamos tomado vino
como candelabros apagados
irresponsablemente altos Con una forma
de silencio que me impedía dormir pude pensar
en mi muerte con triste exactitud:
mi dormitorio yacía estrecho de camas coloniales
el canesú de entredós
de mi traje celeste de enfant con cerquillo
arriba de la silla
Ladislao Fejn el relojero polaco
del apartamento uno
que nunca más salió al morir su mujer
y lo encontraron muerto
el recuerdo del yodo intolerable
de las lenguas de erizo
las oblongas grageas marrones
del mueblecito secretaire
que no me atreví a tocar jamás
le mur escrito con grafo en la pared
frente a mi cama Jeannée
con cinturón de cuero
debajo del vestido
cajas de laca japonesas y pinceles de marta
restos de marquetería en el apartamento nueve
mi hula hup amarillo detrás de la puerta y
la locomotora de metal en su caja de cartón gastado en el ropero
la terracita con murito quebrado
la cortina azul del cuarto de mi madre
mi madre
En la otra punta de la casa
sentado velabas pensando en
copas como mástiles abandonados:
las cortinas de dibujos egipcios
no tapaban
bastante
los últimos reflejos de la tarde
que podían resucitarme
Con un raro pudor yo no quería
romper la ilusión de mi muerte
el mundo privado de mi madre
tu cuidado Una malla indecible
me cerraba la boca
ya no había luz
pero yo respiraba
martes, 26 de abril de 2022
HEBERT ABIMORAD
El grito de Edvard Munch
una
pasarela, tres figuras y dos barcos
la primera figura adelantada
sus
ojos y su boca
son órbitas sin contenido
que pueden ver y sorprenderse
pero qué ve
¿es un grito de horror?
¿es un grito de sorpresa?
es el grito
es el yo primitivo
o eres la transformación de sorpresa en horror
no es lamento
titubea una luz en el remolino de los barcos
dos sombras azuladas
preguntan por ti
para llevarte a algún lugar
al lugar de los barcos
allá a lo lejos
es otra luz
un remolino reluciente
te espera
descubriste
sus intenciones
y ellos se acercan y tu cuerpo bambolea
y tus manos aprietan tu cara
qué horror
ausencia de exclamación
la
humanidad ante tus ojos
una mujer contempla a lo lejos
pero no interviene
consternación
no te ayudará
se queda tiesa
fuera del cuadro
y
ellos se aproximan
por la pasarela
sólo te separa el azul
que lentamente se oscurece
queriendo conquistar el verde
y a
tu espalda la luz reluciente
roja de tu salvación
corre
libérate de tu rigidez
de tu cuerpo oscuro
moribundo
de tu rostro pálido alterado
tu soledad no infunde piedad
tú lo provocaste
y ellos se acercan
zambúllete en le verde
salva el resto
el
del sombrero parece más decidido
le lleva un paso a su compañera
tres
barandas te separan
no
me mires
si es que me miras
estoy fuera de ti
no te puedo ayudar
estoy fuera
del lienzo
de
adónde viene la pasarela
en la que tres figuras
son un destino
¿adónde
va la pasarela?
¿al final qué encontrarás?
a lo
lejos
la esperanza es rojiza
a lo lejos los barcos
esperan
pero ellos allí
siempre allí
obstaculizando el camino
obstaculizando la mirada
quieres
cabalgar sobre un caballo
desbocado
y huir
pero no puedes
el terror paraliza
eres un S que quiere escapar
del lienzo
con dos brazos
y dos manos que soportan el peso
de una mirada que ya no es
tu cabeza es una sola imagen
que quieres triturar
son
todos los gritos acumulados
es tu grito
gritas
tus ojos quieren ver
descubrir algún indicio de mentira
están vacíos
ondulaciones de colores
por doquier
tu cuerpo ondula
tu grito es la pesadilla
de todos
tu palidez
es la palidez de nuestras conciencias
vaga el mar
el anaranjado soleado a lo lejos
no oye el grito
no oye nuestro grito.
LUIS CARLOS LÓPEZ
A mi casa
¡Pobre
casa de mis antepasados!
Si pudiera comprarte, si pudiera
restaurar tus balcones y tejados,
y por el caracol de tu escalera
subir
a tus salones empolvados,
para en tu soledad, casona austera,
revivir episodios olvidados,
teniendo en tu zaguán loro y portera…
Pero
tú, caserón en esqueleto,
refugio de vampiros y lagartos,
donde penetra el sol hecho una brasa,
¡qué
sabes de las cuitas de un biznieto,
de un biznieto aburrido y sin dos cuartos,
que no puede comprarte, pobre casa!…
CECILIA VICUÑA
Luxumei
Necesito
decir
que mi atavío natural
son las flores
aunque me vestiré
de un modo increíble
con plumas
dientes de loco
y manojos de cabellera
de Taiwan y Luxumei.
Cada vez que estornudo
se llena el cielo de chispas
hago acrobacias
y piruetas endemoniadas
cada noche
me sale una espalda adyacente.
Soy de cuatro patas
preferentemente,
las ramas
me saldrán por la piel,
estoy obligada a ser
un ángel con la pelvis
en llamas.
JOAQUÍN CIFUENTES SEPÚLVEDA
Un puñado de tierra
Que
me den esas manos agua bendita y fresca,
que me den, Madre mía, agua fresca y bendita;
que un albor de azucena en mi carne florezca
y que sea dulzura en el alma proscrita.
Me
alentará la fuerza de la tierra olorosa
y el lagrimear ingenuo será flor de ilusión;
buenos brazos serpientes serán nudo de rosa
en el lanzamiento de la transformación…
Que
me den un puñado de la tierra, que al cuerpo
transformara en simiente y lo hará germinar,
y cubrirá el recuerdo de nuestro ensueño muerto
tierra de sepultura que se hará eternidad.
LUIS ROGELIO NOGUERAS
Defensa de la metáfora
El
revés de la muerte (no la vida)
el que clama por agua (no el sediento)
el sustento vital (no el alimento)
la huella del puñal (nunca la herida)
Muchacha antidesnuda (no vestida)
el pórtico del beso (no el aliento)
el que llega después (jamás el lento)
la vuelta del adiós (no la partida)
La ausencia del recuerdo (no el olvido)
lo que puede ocurrir (jamás la suerte)
la sombra del silencio (nunca el ruido)
Donde acaba el más débil (no el más fuerte)
el que sueña que sueña (no el dormido)
el revés de la vida (no la muerte)




