Mi jardín encantado
La
mire dolorosa y sentí dolorosa
y la viví en un sueño blando de eternidad.
Para mí fue la espina y para ella la rosa.
¡Rosa tan espinuda nunca vi en mi heredad!
Todo
fue una mirada y otra y otra mirada…
mis labios no pudieron rebelar lo indecible.
En mis ojos ingenuos el imposible hablaba
y ella miro a mis ojos y no oyó al imposible.
Del
jardín encantado que hice en mi soledad
y que ella perfumaba con la dulzura inquieta
de su andar silencioso lleno de gravedad,
ella cogió la rosa y yo por ser poeta
recogí sólo espinas y más espinas, más…
¡Rosas tan espinudas nunca vi en mi heredad!
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