Atardecer
3
No
es humo de fuego la aureola que al oeste
transforma
la ciudad en fortaleza antigua,
sin
cañones,
silenciosa,
una
parcela de penumbra entre las llamas,
un
hogar para los cuerpos, con sus urgencias,
y la
mente que se desembaraza del pensamiento.
Es
el atardecer que arrastra el horizonte a un palmo
de
la mirada
y a
la vez lo aleja para que no sea trillado
como
cualquier camino entre el origen y el deseo.
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