lunes, 13 de noviembre de 2023

EDUARDO CASAR

 

 


Escribir x escribir




Se trata, simplemente, de ponerse poético,
en las rodillas de la genuflexión
(genus =rodillas) (flexión) de las palabras,

                                      como siempre

que acometemos algo al despertarnos
o nos vamos al campo o viene el campo
a tocarnos la puerta por descuido.

Se trata simplemente de ponerse a las órdenes,
                                   las mendicantes órdenes
                                          de la palabra escrita.

Por consiguiente y por amor que es como surgen
los manantiales vientres de las cosas, el primer día
puede o tiene que ser
una especie de semilla del Nilo, un programa, un manifiesto
que consagre reuniones, discrepancias,
como todo
cuando es acordado entre dos entes dados
de salud y tinieblas, o por qué no
las cuerdas, o por qué no
una rara cavidad en el mar,
o
las ganas de llegar hasta donde

ni tú ni yo sabemos, ni nosotros,

como si fuera un mapa, o el periplo
de los nombres que están en la memoria.

Continuemos: que no tuviera orografía ni nombres, ese mapa,

solamente el trazo que zarigüeya
y no encuentra una cárcel
que reproduzca olores del contexto,
la encrucijada o la nariz que se bifurca y convierte
a los cuatro caminos de los hombres,
el arriba y abajo, el adentro y afuera,
en una forma rara
de quedarse callados mientras llega la lluvia.

Afuera está lloviendo: ese tipo de agua delincuente
a nadie le hace nada,
nadie le tiene miedo, pobre lluvia que ni siquiera toca
la superficie seca de las cosas,
sólo el lado interior con sus arenas,
sólo sus mecanismos de reloj de pared
y los esmalta.

Hoy, por ejemplo, (aunque hoy es cualquier día,
depende quién lo diga, desde cómo, hasta cuándo)

lo que se nota más
es la luz que calienta al mundo utilizando tonos
demasiado brillantes, la alfombra menos persa
                                de la vegetación más verde
que se siente (la alfombra) cálido invernadero,
pezón de vida duplicada en los cielos del celo,
las orillas de todo se disuelven,
el ser se vuelca en res,
las sillas de madera en sus nudos hinchados,
todo se vuelve sangre, el tiempo es trago fuerte
pero en verdad no puede
disolver ya la sangre,

sangra lo blanco como si fuera sueño,

todo lo iluminado, centímetro a centímetro
edificando próceres, siluetas personales,
maneras de moverse, la sombra de la planta que parece que finge
archipiélago oscuro allá en el ogro golfo de un rincón,
la escultura del pez señalando el poniente, como una negra
veleta submarina en el fondo de un parvo oceáno transparente...

 

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