Se
confundían uno sobre el otro
Los
encontraron muertos a los dos.
Se confundían uno sobre el otro.
¿De quién era ese brazo,
de quién la pierna echada sobre el tronco?
El pelo blanco y largo en ambos,
Las arrugas seguían
yendo de un rostro a otro, intercambiables.
(Pero ese gato rubio que maullaba
de hambre en el pasillo…)
Fue la vecina quien abrió la puerta,
quien les tomó las manos
y se inclinó hasta el pecho de uno y otro.
Ambos, lejos del aire, en algún mundo.
Ella los conocía bien, hasta quererlos.
Estaban juntos siempre,
y odiaban nunca, nadie, nada.
Habían acabado siendo uno,
lo que juraron días antes.
De: “Amor
maduro busca”
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