sábado, 1 de noviembre de 2025

MARIO ZETINO

 


Viaje al jardín infinito

(fragmentos)

 

 

I

Guardián de tu corazón: ¡Despierta!
Ya la noche está apagando sus estrellas,
pero tú sigues dormido
con una rosa marchita como almohada.

Guardián de tu corazón: ¡Mira el gran día!
Viene llamándote con luces y con pájaros,
frente a ti está abriendo las puertas del horizonte,
canta tu nombre en cada azul del aire.

La luz del amanecer está llamando
a las puertas de tu corazón.
¿No la escuchas?

Dice tu nombre con su voz de estrella,
con su luz,
que está de pie ante todas tus puertas.

Que llama a todas,
que las abre todas,
que entra miles de veces
por cada una,
hasta que al fin encuentra, Guardián, tu frente dormida
y deja en ella un beso.

 

II

Y el Ángel dijo:
«Habitantes del tiempo: el tiempo ha terminado.
El tiempo incierto y ciego de afanes y combates
ha llegado a su fin
y está siendo cubierto
por el mar de la eternidad,
el mar que está naciendo
de sus propios corazones.

Habitantes del tiempo: toquen ahora el silencio.
Detengan a esta hora, por un solo momento,
todo trabajo, todo recuerdo, todo proyecto,
y quédense en presencia de la presencia de ustedes,
en la presencia de sus corazones que son rosas en llamas que no se consumen,
en la presencia de sus corazones que son estrellas y cielos.
Quédense en este sitio sin final de la vida
y escuchen la canción del corazón de Dios:
una rosa que canta como un ave de luz
por la voz del corazón de todo lo que vive.
Y todo lo que ahora está aquí, sean testigos de esto, habita la vida.

Sean silencio, habitantes del tiempo,
y dejen de esperar una revelación de palabras,
porque toda palabra está siendo arrastrada con la arena del tiempo,
incluso estas palabras que ahora con mi boca yo pongo en sus oídos.
Suelten las palabras para que así conozcan,
en un amanecer súbito y definitivo,
la voz del Amor.

Habitantes de la Eternidad:
Dios nos está besando la frente,
los ojos,
el corazón
a cada instante».

 

III

Y la puerta se abrió de par en par
y por la puerta entró el Sol,
y de pie ante toda la Tierra,
dijo:

«Este
es el primer momento.
Este es el momento sin fin, abierto a todos.
Como el abrazo con que nosotros mismos viniéramos a recibirnos
tras haber renacido en la luz de una estrella.

Este es el día primero.
Este es siempre
el primer día del Universo.

Y yo me levanto de mi trono y despierto a la Tierra
y le canto a todos sus habitantes:

Vivan
—y vibran todas las células—.
Vivan, hermanos míos,
herederos todos del Jardín.

Yo me levanto y recorro el cielo y difundo mi luz que no se agota
para que todos sepan y ninguno olvide que este momento
es una puerta siempre abierta al amor.

Este momento ha sido creado para que seamos resplandor;
para que nuestros corazones, magníficos como la luz,
florezcan al universo
hasta el ocaso del tiempo mismo.

Por esto
vivan.

No hay mandato necesario
ni deseo verdadero
sino este:
vivan».

 

 

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