sábado, 1 de noviembre de 2025

JORGE ÁVALOS

 

 


Un ángel en Gaza

 


Con el fragor de la guerra
llegaste a Gaza.
Después de la explosión,
descendiste entre la densa
humareda
en busca de tus enemigos.
Avanzabas con tus hombres
hacia el hospital en llamas,
cuando tus ojos
se encontraron con los míos.

Yo era ingenuo como un niño,
era algo así como el ave
qué busca una fuente para beber.
No esperabas verme allí,
entre los escombros,
pero ahí estaba yo, un ángel.
Esa tarde no quisiste ni ver
ni escuchar
cuando dos de tus soldados
me asaltaron
y me rompieron las alas.

Cómo tú, yo conozco el horror
de los siglos, pero yo soy
como el niño o como el ave
que ha sido enviada
en busca de una fuente:
en el amor soy la inocencia;
en el temor, la esperanza.
Y, sin embargo, te comprendo.
Tal vez yo también
habría apartado los ojos,
esa tarde.
La sangre en el suelo
y la voz aullante,
¿quién lo puede soportar?

Hay algo de todos
en este dolor compartido.
Hay una verdad visceral
en cada ser vivo
que nos conecta, en un instante,
al corazón palpitante
de una historia en común.

Yo resguardaba la fuente
mientras buscaba tus ojos
sedientos, y cuando los hallé
los apartaste.
A este dolor que nos une,
a esta dolorosa verdad
que nos hace iguales
le diste la espalda cuando
decidiste
que no me habías visto caer
con mis alas rotas, junto a la fuente.

Así muere lo celestial, cada día,
en un instante:
entre las botas del odio
y los ojos que se apartan.

Yo, un ángel en Gaza,
caí por ti, esa tarde.
No olvides el encuentro fugaz
de nuestras miradas.
No olvides que ahí estaba yo,
entre los escombros, buscándote.
Y no me niegues más,
pues yo soy un ángel y no pude salvarte.

 

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