La
otra
Agarrar
a la sombra por los hombros.
Encararla.
Decirle sombra recuerda que eres mía.
Argumentar
con ella. Escuchar
sus
razones oscuras,
pulir
los argumentos
y
tratar de que adopte nuestra cara.
Poco
a poco
convencer
a la sombra de volverse un espejo.
Y
luego darse cuenta de que no tiene caso
el
esfuerzo invertido (ni el precio del espejo)
porque
al pasar el tiempo nos desaira la sombra.
Porque
tanta insistencia, durante tanto tiempo,
la
fue volviendo noche. Y desaparecemos
cuando
lo cubre todo.
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