domingo, 24 de marzo de 2013

EDUARDO CASAR





La otra



Agarrar a la sombra por los hombros.
Encararla. Decirle sombra recuerda que eres mía.
Argumentar con ella. Escuchar
sus razones oscuras,
pulir los argumentos
y tratar de que adopte nuestra cara.

Poco a poco
convencer a la sombra de volverse un espejo.

Y luego darse cuenta de que no tiene caso
el esfuerzo invertido (ni el precio del espejo)
porque al pasar el tiempo nos desaira la sombra.

Porque tanta insistencia, durante tanto tiempo,
la fue volviendo noche. Y desaparecemos
cuando lo cubre todo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario