Eterno
retorno
Vives
en mí como el recuerdo
de
un beso ansiado
que
no se repitió.
Me
habitas
al
modo que el roedor
mora
en la gruta del queso:
me
devoras,
y
me haces tanta falta en las mañanas
como
esa horita adicional de sueño.
No
sé por qué camino
echaste
a andar. ¡Qué importa!
Cualquier
camino es viejo.
(Dos
mil quinientos años después
estoy
nadando
en
el mismo río en que lo hizo Heráclito)
Pero
donde y con quien andes
volverás,
yo lo sé, por tres razones:
Una,
porque en tu afán dejaste
sobre
el nochero tu cédula y tus gafas.
Dos,
por la inevitable redondez de la tierra;
y
tres, porque si tu corazón es de metal
el
mío es imán irresistible.
De
que vendrás… vendrás.
Estoy
seguro.
Pero
si acaso al regresar
no
me hallas,
no
te afanes:
Es
por mi falta de fe
en
lo que yo creo.
Date
una vuelta por ahí,
me
encontrarás buscándote.
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