Cuando
se desnudaba
Ella
cuando se desnudaba
dejaba
sus blujins desteñidos
y
claros como una tarde de verano,
sobre
el sillón, sobre la mesa de noche
de
un hotel perdido…
Y
sus pantaloncitos de seda azules,
muy
azules
que
guardaban el tesoro,
sus
pantaloncitos diminutos
que
yo reducía con mis manos
y
eran luego una ultrajada rosa celeste.
Ella
cuando
se desnudaba
lo
hacía sin prisas
demorando
la verdad
martirizando
el ávido ojo
de
águila y de sátiro.
Acariciaba
su cabellera,
el
río de hilos brunos que caía sobre su espalda
morena,
su
delicada cascada de puntitos y
nervios.
El
abrigo en el suelo, un animal muerto.
La
blusa una cortina erótica,
unos
brasieres
pequeños,
tejidos por la luz
que
furtivamente entraba y rompía los cristales
de
la ventana
para
sorprender la génesis de la leche
la
blanca cordillera lacto–matemática
que
se brindaba plena
a
mi primitiva boca,
mi
boca sedienta de sus senos
holandeses
jóvenes
senos de la gris sábana.
Ella
cuando se desnudaba
rezaba
una oración
con
el idioma de sus manos sobre mi cuerpo
derrotado
y
me hacía súbdito
esclavo
bueno, marinero sabio
para
enfrentar con mi quilla sus
embestidas
para
su carne y sus vertientes
para
su oleaje y sus secretos
y
resistía como acantilado su oleaje
de
mujer marina.
Ella
después
era
el beso eterno
mordisco
de pantera mansa
zarpazo
felino
la
horca y el puñal del lecho
y
con mi consentimiento
arrastraba
la sangre,
mis
fuerzas y mis odios
y
me hundía lentamente
en
su vientre, claro vientre
de
la amnesia
No hay comentarios:
Publicar un comentario