jueves, 9 de enero de 2014

JUAN MANUEL MARCOS


 

 

Cincuenta veces cincuenta

 

 

In memóriam
José Asunción Flores (1904-1972)

 

De la hermética quietud boscosa
y el puntual rumor de los torrentes,
del eco antiguo de las gestas,
la diáfana sonrisa mestiza de unos ojos
-Palmera de cristal, la vida-
una crepuscular melancolía en cocoteros
de eternidad y silencio,
la vaga cicatriz de la nostalgia,
la dulce monotonía de las tardes de otoño vegetal,
la morena altivez popular de los quebrachos
y las tranquilas extensiones verdes,
de la palabra bilingüe y candenciosa y terrestre,
de pálidas hogueras bajo la lluvia mansa
y el mítico silbido de oro y matorral en la siesta inocente,
como un relámpago rojo, como un pájaro,
como violento cántaro,
una luminosa explosión de profecías,
la Guarania nació
del pueblo
en el pueblo,
por el pueblo
forjada para siempre de manantial y roca
y una enamorada primavera de claveles
en sus labios de aroma y agua clara.
Desde entonces fue haciéndose esperanza y campana.
Desde entonces la patria tuvo color y milagro,
tuvo hijos que cantan y
caminos
sin más sombra que el viento.
La Guarania, pura esencia natural
de la mañana,
saludó al universo con sílabas filiales
-melodías de espacios infinitos-
salió como una flecha de luz sobre los árboles,
dialogó sin misterios en un idioma único,
fue de todos, por fin, como una madre entera,
y entonces,
empezaron los lobos a aullar para apagarla,
gastaron ojos ciegos de espeso líquido,
de fétida negrura y de infamia caliente.
Navegan todavía esas miradas oscuras
las cloacas inútiles del rencor y del vómito.
¡Alerta, vigilante del día y su jornada!
¡Alerta, solitarios camalotes enlutados de anhelos!
¡Alerta ciudadanos de piedra y tierra firme!
¡Alerta, compañeros del humo y la alegría!
¡Alerta, militantes del joven cataclismo!

Está naciendo -como inmenso volcán, retumbo, multitud,
lágrima, beso
áspera paloma victoriosa
una Guarania nueva de pólvora y futuro,
una Guarania invicta, elemental
como la sangre.

 

 

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