jueves, 1 de mayo de 2014

CARLOS PEREZALONSO


 

 

Las hamacas

 
 
 

¡No quiten las hamacas! ¡No las toquen!

que quede la moldeada curvatura de la

espalda,

que permanezca el murmullo de la canción,

la tibieza del cuerpo ovillado,

la languidez del brazo que se asoma

de la mujer que sueña

conservemos su sueño.

 

Mantengamos el rumbo

que marcó el pequeño marinero en el viento;

para su memoria levantamos la proa,

que no la rasguen los restos del naufragio.

 

Compartamos el descanso de los fatigados espectros

que por las noches se mecen con las hamacas.

Respetemos al aire que las atraviesa

y al tiempo que se anida en su trama.

Recordemos cómo ateridos desde sus vientres

escuchamos

el silbo ya apagado y lejano de las primeras

sirenas.

 

Dejemos que la lluvia pudra las hamacas,

que las habilidosas manos de los días desaten

sus nudos.

Una mañana encontraremos sus pieles de viejas

serpientes

arrugadas junto a los postes que las sostuvieron:

que vuelva el viento al viento, el bejuco a la tierra,

la oquedad a la nada.

¡No las quiten!

 

 

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