Que
no le pase nada a mi pasado
Al
Poeta Julio Valle Castillo
Como
un niño le arranca las alas a la mariposa
se
le van quitando los brillos a los años.
Los
viajes al mar no tienen regreso
y
no puedo volver a vivir lo que no me di cuenta que viví.
Pero
en la noche oigo el trastorno del pasado,
se
me viene desde cuando el mar confinaba al hombre en la tierra
y
el hombre saboreaba la sangre del jabalí en la boca del puma.
Eran
los salvajes excesos de mis veinte.
Rudo,
ruidoso, reservado y milagrosamente espiritual
me
apropiaba de momentos sensuales de vidas propias y ajenas.
Cubierto
del polvo de grandes batallas trashumantes
en
el terror de la noche de una vida rustica
vivida
en tabucos y guaridas de músicos ambulantes,
damas
prestidigitadoras, celestinas y rameras,
me
sitiaba la depresión que derrumbaba todas mis defensas,
y
al alba pedía convertirme en un pájaro para huir
y
me transformaba en una criatura con alas para huir.
Que
no le pase nada a mi pasado
porque
es un tesoro que tengo.
El
pasado que es como el mar que no se traga lo que no le gusta
y
lo saca para afuera.
El
pasado que hace volar caballos indómitos en el interior de un ropero.
El
pasado donde están las primeras mujeres oliendo a patio de granja,
aquellas
a quienes por primera vez pude leer su corazón y su rostro quejumbroso,
esas
primeras mujeres que le enseñan a los hombres
el
alfabeto de cómo hacerlas felices,
que
fueron madrinas y nodrizas de mis dedos frenéticos;
mujeres
que adoran a los hombres vulnerables
que
tienen una luna femenina cuando lloran;
mujeres
con belleza vital alimentada por demonios;
mujeres
que ponían la mano en la roca
para
ir a lo profundo de la corteza terrenal;
mujeres
solo comparables con Emperatrices, Reinas,
domadoras
de fieras que fueron quemadas en la hoguera,
que
no conocieron el arte de la sumisión
para
orquestar su fin,
y
tenían en los ojos, como un ventarrón,
la
herencia humana de ideas, ideales, y experiencias.
Granada, 07 de Julio 2002.
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