miércoles, 10 de septiembre de 2014

LUIS G. URBINA

 

¡Aleluya!

 
 
¡Aleluya, aleluya,
aleluya, alma mía!
Que en un himno concluya
mi doliente elegía:
Ya me dijo: ¡Soy tuya!
Ya le dije: ¡Eres mía!
Y una voz encantada,
que de lejos venía,
me anunció la alborada,
me gritó: ¡Ya es de día!

Todo es luz y tibieza
lo que fue sombra fría;
se apagó la Tristeza,
se encendió la alegría.
Ya le dije: ¡Eres mía!
Ya me dijo: ¡Soy tuya!
-¡cuánto sol tiene el día!-
¡Aleluya, alma mía!

 

 

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