Sonetos
de la Zubia. Nº 52
He
llegado hasta el último venero
y he
regresado sin haber bebido. Lo que temí perder ya lo he perdido.
Lo que esperé ganar ya no lo espero.
No
habrá de hacerse el corazón de acero
a la
dura costumbre del olvido, que anoche en este huerto me ha vendido
un beso en la mejilla traicionero.
Tan
sin remedio estoy, tan acabado,
que
me alegra saber que al mediodía estaré, por mi bien, crucificado.
No me
traigan vinagre en la agonía.
Será
fácil morir si no está al lado aquel amor que entonces yo tenía.
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