Luz
precipitada
Su sombra se perdió sobre los hielos
de la galaxia más lejana,
olvidando que un árbol se desnuda
frente al ojo de un cíclope
invisible.
Pronto apagó su inesperado incendio,
y dejó de habitar esas higueras
donde el Buda su sueño alimentó.
Pronto dejó caer aquellos círculos
de sus ojos maduros,
dejando sólo el cáliz de ese cuerpo
que nadie pudo consagrar.
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