Poema
de la gruta.
Heme
aquí en la gélida gruta
donde
el sol es la puerta
que
alumbra los primeros escalones
que
descienden a este suelo de piedra
donde
el primer hombre bendice al último
en la
oscuridad que antecede a la luz.
Me
alimento de filtraciones y musgos incoloros
y
recorro el universo palpando los muros
que
llevan a otras situaciones primeras
como
el de la mujer deseando subir
los
peldaños que llevan al horizonte
curvo
de la vida y la recolección.
Yo he
querido guarecerme abajo
grabando
las primeras escenas del hombre
sobre
las rocas de este altar
con
tintes de sangre y sacrificios violentos
de
hombres que alzaron el vaho
hacia
el cielo de una noche sin astros.
De
una noche en los oscuros bosques
donde
los troncos del alma suben al cielo
mucho
antes de que Prometeo nos diese el fuego
que
iluminó los rostros y alejó las sombras
de
nuestra auténtica superstición que era
un
dios oculto y vengador.
Encendí
antorchas en cada cueva
y en
la original enfermedad de seguir a la mujer
subí
a la pradera y depredé a mi alrededor
de
todos los metales fabriqué distintos cuchillos
los
que utilicé en el degüello de animales
con
cuyas pieles me cubrí.
Todo
lo restante lo dice el entierro del pasado
voces
de otros hombres que vieron el sol
que
sumaron, adoraron y murieron
largándose
en una barca aritméticamente abstracta
hacia
el centro de la memoria
en un
régimen axiomático gobernado por las dudas.
Que
por antonomasia son exactas
ya
que la regla elude la confirmación
y el
universo que es trastorno continuo
alumbra
indistintamente los dos hemisferios
en la
idea de una deducción a la velocidad de la luz
ausente
en los prados inmediatos del color.
No hay comentarios:
Publicar un comentario