Decir
la estatua.
La
estatua que más amas,
la
que limpias con sollozos y extravíos,
es la
que sostengo en los sacrificios
del
poema,
la
que me borra jazmines y horóscopos
ante
las estúpidas cuevas del reino.
La
estatua que reconoces
es la
que persigo
en
los recovecos de la noche,
es la
que yo miro, extenuado, inútilmente,
desde
el ático de las renunciaciones.
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