miércoles, 14 de septiembre de 2016

CARLOS PENELAS




Heraldo de la tarde



Veo una nube sobre el cedro,
una vela flotante, un banco de piedra.
Acostumbrado a estar solo,
lejos de las multitudes
- como los pastores –
camino lentamente fumando mi pipa.
Con curiosidad descubro rostros,
miradas, una callejuela del siglo XVI.
Mi imaginación evoca los blancos hombros
de una mujer, el fragmento de una carta sin sobre,
una cantiga de Airas Nunes, el Pórtico de la Gloria.
(Siento el olor de la hierba cortada,
siento un crepúsculo en el silencio de sus ojos).
Dos mariposas blancas revolotean
por encima de mi frente.
Estoy tendido sobre el césped,
no sé si sueño o estoy muerto.
Mientras, un perro se ha echado a la sombra.
Y sonrío. ¿Quién sabe lo que puede pasar?



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