Heraldo
de la tarde
Veo
una nube sobre el cedro,
una
vela flotante, un banco de piedra.
Acostumbrado
a estar solo,
lejos
de las multitudes
-
como los pastores –
camino
lentamente fumando mi pipa.
Con
curiosidad descubro rostros,
miradas,
una callejuela del siglo XVI.
Mi
imaginación evoca los blancos hombros
de
una mujer, el fragmento de una carta sin sobre,
una
cantiga de Airas Nunes, el Pórtico de la Gloria.
(Siento
el olor de la hierba cortada,
siento
un crepúsculo en el silencio de sus ojos).
Dos
mariposas blancas revolotean
por
encima de mi frente.
Estoy
tendido sobre el césped,
no sé
si sueño o estoy muerto.
Mientras,
un perro se ha echado a la sombra.
Y
sonrío. ¿Quién sabe lo que puede pasar?
No hay comentarios:
Publicar un comentario