martes, 27 de diciembre de 2016

ENRIQUE GONZÁLEZ MARTÍNEZ







A veces una hoja desprendida
De lo alto de los árboles, un lloro
De las ninfas que pasan un sonoro
Trino de ruiseñor, turban mi vida.

Vuelven a mí medrosos y lejanos
Suaves delirios, éxtasis supremos;
Aquella estrella y yo nos conocemos,
Ese árbol, esa flor son mis hermanos.

En el abismo del dolor penetra
Mi espíritu, bucea, va hasta el fondo,
Y es como un libro misterioso y hondo
En que puedo leer letra por letra.

Un ambiente sutil un aura triste
Hacen correr mi silencioso llanto,
Y soy como una nota de ese canto
Doloroso de todo lo que existe.

Me cercan en bandada los delirios...
¿Es alucinación... locura acaso?
Me saludan las nubes a su paso
Y me besan las almas de los lirios.

¡Divina comunión! Por un instante
Son mis sentidos de agudeza rara...
Ya sé lo que murmuras, fuente clara;
Yya sé lo que me dices, brisa errante.

De todo me liberto y me desligo
A vivir nueva vida, de tal modo,
Que yo no sé si me difundo en todo
O todo me penetra y va conmigo.

Mas todo huye de mí y el alma vuela
Con torpes alas por un aura fría,
En una inconsolable lejanía,
Por una soledad que espanta y hiela.

Por eso en mis ahogos de tristeza,
Mientras duermen en calma mis sentidos,
Tendiendo a tus palabras mis oídos
Tiemblo a cada rumor, naturaleza;

Y a veces una hoja desprendida
De lo alto de los árboles, un lloro
De las linfas que pasan, un sonoro
Trino de ruiseñor, turban mi vida.



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