Alto el surco
Tuvo
que ser así.
Tomé
la sartén
por
el mango
y se
lo dije:
Me
gustás mucho
y me
parece
que
te quiero.
Y
ella, sin inmutarse,
respondió:
Yo
también, tonto,
si
no, ¿ por qué
te
creés que estoy acá
desde
hace ocho años?
A mí
solamente
me
salió:
Claro,
tenés razón,
no lo
había pensado.
Y
seguimos cosechando
los
tomates.
Los
pibes ayudaban,
tan
chiquitos.
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